Celebramos la festividad de Todos los Santos. El sentido de la fiesta: el recuerdo “de los Santos Apóstoles y de todos los mártires y confesores, y de todos los justos hechos perfectos que descansan en paz en todo el mundo”. Para los creyentes es una fiesta familiar. Recordamos y honramos a cuantos hermanos nuestros han llegado ya a la Casa del Padre, han sido recibidos por Dios con amor y misericordia infinitos, y viven ya para siempre con Él. No les celebramos como difuntos, sino como vivos en el Señor. Festejamos la trayectoria de sus vidas que siguieron a Jesús mientras estuvieron en la tierra. Disfrutaron todo lo bueno que Dios ha creado para nosotros, soportaron con paciencia las adversidades de la vida diaria, no decayeron en su deseo responder más plenamente cada día al amor de Dios, que nos invita a ser santos como Él lo es. Y en sus conversaciones con Dios se acuerdan de nosotros y nuestras necesidades.
Además del recuerdo gozoso de sus vidas, son también un estímulo para que nosotros también vivamos la vida cristiana en la que todos somos llamados a la santidad.
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No, ciertamente, el camino de la mentira y del robo, no es el de la santidad. Y que el angelito victorioso en la torre, es culpable, es que fue premiado por el mentiroso mayor y como a la de Baleares, como premio por la labor e intercesión -aunque dice que no se acuerda, y es ministro de la memoria- fueron elevados a cargos importantes, ganados por ser colaboradores en el mal. ¿Cabe prueba mayor?
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