MARI CARMEN RAMOS
Érase una vez tres mujeres; tres reinas, tres magas, que desde
distintos puntos del lejano Oriente veían a varios de sus mejores amigos; reyes, sabios y magos, observar una luminosa estrella y cavilar el mensaje que traía.
Ellas les escuchaban y opinaban:
-Seguro que esa estrella quiere anunciar algo importante.
Así fue…la estrella anunciaba la llegada de una criatura que sería conocida como Rey de Reyes...o reina, que los destellos de la estrella no lo dejaba bien claro.
Los amigos de estas nobles damas decidieron seguir a esa estrella a ver dónde les llevaban. Por supuesto que estas reinas se apresuraron a preparar sus equipajes para ir junto a ellos a tan alto acontecimiento. Uno de los reyes llevaba oro, el otro incienso y el otro mirra… ¡regalos muy valiosos sin duda alguna! Las mujeres decidieron ser más prácticas y cada una preparó sus propias canastillas para el bebé.
Fuesen ricos o pobres todos los bebes necesitaban de cosas imprescindibles como pañales, ropita, polvos talcos, colonias infantiles (que la mirra está muy bien, pero para un bebé el olor es un tanto fuerte…opinaba una de las reinas). También por experiencia propia sabían que a toda madre le gustaba tener un buen cochecito, andador, bañera y cambiador y un montón de cosas más. Por si acaso una de las reinas incluyó un gran lote de leche maternizada, potitos de todos los sabores para más adelante con fecha de caducidad alargada en el tiempo y unos cheques regalos para un famoso centro comercial con delegaciones en muchos países (ya que no sabían a qué país les llevaría la estrella) que se podían canjear por más ropita según el bebé fuese creciendo.
– Es normal- decía una de ellas a las demás, ya que se habían hecho entrañables amigas. Nuestros amigos con un cofrecito cada uno se apañan y nosotras que sabemos lo que hace falta, siempre cargadas y corriendo por más sirvientes que nos acompañen…
-Cierto, querida mía, dijo una de las reinas.
-Seguro que la historia hablará sólo de ellos y sus cofrecitos…respondió otra de las magas.
En el humilde portal vieron a una preciosa mujer llamada María, un apuesto señor llamado José y a un niño que era un encanto (dedujeron que era un niño, que la criatura estaba envuelta en pañales y tampoco se sabía si era niño o niña…) Sus amigos estaban de rodillas ofreciendo sus valiosos presentes y un montón de pastorcitos que no se querían perder la novelería ofrecían lo que buenamente podían como regalo (mucho desempleo en el sector no daba para grandes lujos…) Un ángel se encontraba dirigiendo el tráfico subido encima de aquel humilde portal. A ver- decía el ángel- dejen eso por aquí; hagan hueco por allá…coloquen los regalitos en orden… Al llegar ellas, Las Magas, todos los rostros se volvieron a mirarlas. Cargadas con grandes bolsas se acercaron a María, quién entusiasmada les dio las gracias una por una. ¡Eso si que eran regalos a los que les iba a sacar buen partido!
San José se había hecho cargo del oro, del incienso y la mirra, los cuales llevaría a vender a una casa de empeños porque con eso iba a comer la familia un largo tiempo.
Una de las Reinas Magas le comentó a María que habían elegido ropita de todos los colores porque eso del rosa y el celeste estaba un poco caduco y que las niñas de azul están muy monas y los niños de rosa muy modernos. María estaba encantada. Su cochecito de bebé era el último modelo. Les dijo que si la leche maternizada no le hacía falta se la donaría a otra familia porque pensaba darle el pecho al bebé hasta que pudiera. Lo de los cheques regalos para cuando fuese creciendo el bebé le pareció genial.
Sólo una cosa lamentaba María…que las Reinas Magas no hubiesen llegado a tiempo para hacerse la histórica foto con que la tradición recordaría aquel grato momento…
-Nada, mujer, no te preocupes-contestó una de aquellas distinguidas damas- estamos acostumbradas a ser invisibles, pero nosotras sabremos que hemos estado y lo más importante es que en la foto salga tu familia, que lo demás ya se encargará la gente de decir quiénes eran las visitas.
Alguien (no se sabe quién) se empeñó en que fueran tres y hasta le pusieron nombre: Melchor, Gaspar y Baltasar…de ellas, para no variar, ni se acordaron. Así quedó marcada la tradición, hasta que en pleno siglo XXI, se armó la marimorena cuando a alguien se le ocurrió hablar de las Reinas Magas y de ellas desfilaran en las cabalgatas con la que se conmemoraban aquella visita al Portal de Belén para llevar regalos a un niño divino.
Desde la magia de la Navidad, aquellas nobles damas leían y escuchan comentarios a favor y en contra de su presencia, pero decidieron que ya era hora de salir a la luz. Se vistieron sus mejores galas, prepararon los más dulces caramelos y con valentía se hicieron visibles….Los/as niños/as estaban felices al verlas. Eran tres estupendas Reinas Magas que traían el mismo mensaje que una vez dijera el ángel que conocieron en el Portal de Belén. …Paz en la Tierra a las personas de buena voluntad.
PD. Las tradiciones empiezan en algún momento de la historia. Tal vez este sea el momento de iniciar nuevas y bellas tradiciones. Seguro que a la gente menuda lo que le interesa son los regalitos que les traerán envueltos en lazos de colores y mucho…mucho cariño.
Mari Carmen Ramos Henríquez es poetisa, escritora y narradora de cuentos.
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