lunes, 9 de julio de 2012

     A LA MUERTE DE UN DRAGO
por Jesús Ruiz Mesa
por Jesús Ruiz Mesa
Ante la noticia del desastre botánico referente al abandono y agonía del Dragonal de la zona de Cinsa-Salinetas, que siempre me llamó la atención por su emblemática estampa típica de sus dragos, propia de nuestro entorno natural y en muchos lugares en vías de extinción, por falta de cuidados, conservación y conocimiento de la vida de este árbol, tengo una experiencia que nunca olvidaré ya que fui testigo de la caída de un drago, de esto hace ya unos diez años, cuando a las puertas del Hotel Santa Catalina, esperando la recogida de la tripulación de la que formaba parte, para realizar el vuelo Las Palmas-Madrid, de repente, escuchamos un fuerte golpe contra el pavimento y sobre unos vehículos aparcados enfrente del hotel mencionado.   fotos de dragos aqui
Un Drago, bastante enfermo y muy debilitado, sin poder resistir más los embates del tiempo, pone fin a su vida y a la espectacularidad de su grandioso porte, sobresalía entre las palmeras, las Phoenix Canariensis que rodeaban y daban belleza a este jardín.     Nos quedamos todos estupefactos ante tal forma de morir, un ser vivo, un hermoso ejemplar de drago que formaba parte del parque Doramas y su característica enseña canaria, del bosque de Doramas, un drago moría. Les expliqué a mis compañeros, poco más o menos, la historia del árbol de las Hespérides, un árbol sagrado para los aborígenes, un misterioso y extraño  Draco, que ya aparece pintado por maestros de la pintura como El Bosco, perteneciente al tríptico  de “El Jardín de las Delicias”, siglo XVI, como un árbol exótico, del paraíso, del jardín de Las Hespérides, en nuestro caso de Las Afortunadas. La pena se vio reflejada en nuestros rostros por aquella inesperada visión de una  natural historia. Pero, camino del aeropuerto empecé a darle vueltas a aquellas imágenes y cómo quedarme con el recuerdo de aquel instante, no llevaba, por aquel entonces, mi cámara fotográfica analógica, y se me ocurrió, cuando llegué a casa, dedicar un poema a aquel bello ejemplar que cayó casi a nuestros pies, versos que les adjunto, A la muerte de un Drago.
Desde aquel entonces, en numerosas ocasiones regreso al mismo lugar, ya lejos de mis actividades laborales, y a las puertas del hotel, mi mirada siempre la dirijo a esa zona del jardín donde la figura de aquel drago y su corpulencia entre el resto de árboles que forman este bonito parque, rincón y pulmón verde nuestra capital, ya no existía, sólo tengo su recuerdo. Afortunadamente aún quedan muchos, cuidemos su existencia.
Hoy, viendo las imágenes que tantas veces fotografié con el propósito de conservar un archivo fotográfico propio,  de la flora y fauna de nuestra isla y la de nuestro municipio, me deja muy apenado comprobar que no aprendemos de nuestra naturaleza, no ponemos el suficiente celo para conservar lo que el tiempo nos ha ido legando, venga de quien vengan las responsabilidades de esta manera de proceder.
Conseguí numerosas imágenes de nuestro árbol, la Dracaena draco L, especie de Dracaena arbórea endémica de los archipiélagos de Madeira, Canarias y Cabo Verde, dentro de la media docena de especies de Dracaena catalogadas, distribuidas en las Islas Atlánticas, noroeste de África y extremo oriental de este continente. Árbol que forma parte de la iconografía en el arte insular, el drago, Dracaena draco, que consigue su óptima adaptación en los derrubios de las laderas de las zonas bajas y medias con otros arbustos típicos de esta franja.                                                            
El ensayista e historiador canario D. Alfredo Herrera Piqué, permanente defensor de  de la protección del paisaje y del medio natural, entre sus importantes obras dedicadas a la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, Patrimonio Histórico y Cultural de una Ciudad Atlántica, el nacimiento de una ciudad, Humboldt, América y las Afortunadas, y otras  de máximo interés  histórico artístico, edita una magnífica obra titulada, El Drago, iconografía y referencias históricas, en la que hace un amplio estudio y bibliográfico del Drago, con descripciones e ilustraciones botánicas, iconografía histórica del Drago y en el arte insular, el Drago de La Orotava, que recomiendo su lectura por la extraordinaria exposición de la historia del árbol del Bien, para algunos autores, en referencia a la escena de El Paraíso terrenal del tríptico del Bosco. El del drakon del Jardín de las Hespérides,  del que se extraía la sangre de dragón, toda una serie de leyendas que encumbraron nuestro árbol a identificarlo con el nombre latino, draco, conocido por herbalistas, médicos y botánicos.   
Desde mi colaboración en este medio digital, quiero dedicar como un pequeño homenaje un canto y unas imágenes a la belleza de este mítico arbusto que, como en el caso que nos ocupa, pueda resurgir como un ave Fénix de sus cenizas, de su ocaso y de su muerte. Sin más frivolidades y reconociendo que hay prioridades por solventar y equilibrar en este mundo, sólo pretendo una llamada de atención sobre la fragilidad de nuestros sistemas medioambientales, hay grupos de Asociaciones ecologistas que están en ello, como Turcón Ecologistas en Acción.
Cuando un ser vivo desaparece de la faz de este Planeta, en el que compartimos el mundo natural y animal, o no evitamos suficientemente sus vías de extinción,  algo muere también en nosotros, no debemos abandonar a su suerte esta parcela de naturaleza isleña que comparte con nosotros la propia esencia y existencia de nuestra situación en este Atlántico que nos abraza, nos baña y nos regala la identidad marinera de la que todos nos sentimos orgullosos.
Calmemos la sed de estos seres vivientes y observemos la belleza de nuestra flora, en su estado puro, con la buena salud que deseamos para la naturaleza que nos rodea, la del Drago Canario, del Dracaena draco, que podemos admirar sus peculiares perfiles arbóreos, como las de otras especies en uno de los rincones más bonitos de nuestra geografía insular, el  Jardín Botánico Canario Viera y Clavijo de Tafira.  En el recuerdo de aquel viejo Drago, y de los muchos arbustos que nos alegran la vista y la propia vida que nos envuelve, salvemos los dragos, palmerales y conservemos los jardines,  que esperan un poco más de atención por los seres que convivimos con ellos. Muchas gracias.

A  LA  MUERTE  DE UN  DRAGO
Sin aliento, derrotado, abatido,
aún frondoso, aún esbelto, acabado,
enfermo por los años, caes exhausto,
por el suelo tus miembros esparcidos,
exangüe, sin fuerzas para mantener
tu solera, abolengo y nobleza,
que el tiempo sumó a tu grandeza.
Testigo mudo de soles y lunas,
de arribadas y partidas, exótico
entre los seres que te rodean,
extraño vigía de secular presencia,
que guanches y gentes de otros lugares
magnificaron tu esencia,
de alto linaje, tu herencia.
Embriagado de noches y días,
sombras, calmas, calor y polvo,
aguas, siroco, calimas y alisios,
endurecieron tu cuerpo,
bajo tus pies que cubre la tierra,
forjada de piedra, arena y lava,
tu anciana vida se agarra.
Te enseñoreas, nacido aborigen,
paciente, en silencio te alzas
como un gigante, como un dios
vigilante de tiempos remotos.
Fuiste también joven, tu savia,
sangre de dragón creada, ungida,
de antaño apreciada.
Esa vida derramada,
hoy se pierde ya sin fuerzas
en la cansada ruta hacia tu copa.
Ya no riega la enmarañada cabellera
de tus agudas hojas, que en manojos
aunadas susurran al cielo,
tu adiós lastimero.
De perfiles enervados,
musculosas tus formas,
tensa tu piel curtida,
abrazadas tus ramas verdean,
al cielo asirse quisieran.
Tu cuerpo caído, dormido,
a tu lecho vuelves.
Tu estirpe de simbólica figura,
aparecido en parajes misteriosos,
el Jardín de las Delicias, adornas,
de las Hespérides su néctar bebes,
de mitos y leyendas te rodearon,
alabado en rituales que hombres
en sus creencias veneraron.
Descansa, tu magnificencia
en un instante rota, quieta, en
yermas sensaciones, convertida.
Muere el paisaje en tu ausencia,
pétreos latidos de silencios rotos
por aves que anidaron en los espacios
de tu milenaria existencia.
Tu valle, tu jardín, tu lugar,
tu barranco allí quedaron,
paradisíaca imagen de
fantásticas visiones en tu
recuerdo perpetuaron,
árbol de las islas,
Drago de Canarias.

Jesús  Ruiz  Mesa
enero 2001


Jesús Ruiz Mesa, colaborador cultural Telde, www.teldeactualidad.com, Telde 6 de julio 2012.     
          

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