Pisé tu melena rubia con miedo de lastimarte
Tus aturquesadas manos las besé por vez primera.
Vi volar vertiginosas, las platas de tu salmuera…
Me has vestido con la paz que siento yo al evocarte.
Se me ha secado la boca por tus gargantas baldías
y tus eruptivos pechos, del cromatismo, rigor,
velan la noche callada de tu erosivo estupor
cuando el céfiro dibuja, arrugas en tus rebeldías.
La emancipación en ti, se mantiene a cuatro patas,
bebiéndose la esperanza que te nace entre los pliegues.
Llevas en el nombre, honor, para que nunca te niegues
a que fuiste verso y lira de las voces más sensatas.
El piélago que recorre las aristas de tu talle,
te mece como al ensueño que no quiera despertar.
Te seduce cual sirena, recostada sobre el mar…
Recostada en ti me quede y mi alma en tu cornisa encalle.
Guadalupe Santana Suárez ©
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