LA BORRASCA
La lluvia ya se descuelga persistente ante mis ojos
y anda escudriñando el agua la salida de la senda,
se despacha el aguacero como del cielo una ofrenda
horadando entre el bullicio de las nubes, los cerrojos.
Las aves en la arboleda van cantándole al milagro
devanando su escultura y ornamentando el plumaje,
recompensan a la vida con desprendido lenguaje
que sólo entienden la flor, el bosque, el cielo y el agro.
Allá por el horizonte, el azul se ha enriquecido
y confirma el aguacero la desnuda cerrazón,
levanta el mar su osadía con perfecta exaltación
abrazando la cellisca con deleite desmedido.
Desgastando las baldosas, el viento barre las hojas
y mi retina discierne el traqueteo del instante,
exhiben sin fin los charcos, su cristalino semblante
en las ráfagas de esplendor que ostenta las paradojas.
Se abrazan todas las gotas al soplo de la corriente
que la brisa les confiere mientras espera la noche,
para que el plomizo manto con las estrellas abroche
la incertidumbre lustrada, que hoy luce resplandeciente.
Guadalupe Santana Suarez
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