teldeenfiestas la voz de las islas
Un
niño, acaso, un niño está mirándome
el pecho de cristal.”
Blas de Otero.
A Blas de Otero
Un pie, otro pie, hacen
camino,
pisada sobre pisada,
huellas de tu paso son,
Ángel de la madrugada,
que buscas verdad a
tientas,
blandiendo tu ardiente
espada
mientras suenan como
puños
y martillos, las
palabras,
que van apuñando
estrellas
en el yunque de la
fragua.
Y, aunque te habrás de
morir
antes de ver las
naranjas
de la China, te aseguro
–seguro, sabes, no hay
nada–,
que en tu siembra las
espigas
son, cada vez, más
granadas.
Caminaste junto al
hombre,
esparciendo las
puñadas,
y me has dejado las
manos
callosas y esperanzadas.
Si levantara un altar
para tu pluma acerada
de ternura, estoy
seguro
–seguro, sabes, no hay
nada–
de que ibas a
derribarlo
como si yo blasfemara.
Permítele, sin embargo,
a este niño, que aún
arrastra
los pies conmigo y me
sigue
a todas partes, que te
abra
–ya que tú abriste el
balcón
de par en par– la
ventana
y en el cristal de tu
pecho
deje vagar su mirada.
Julio
Pérez Tejera
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