El Cristo del Altar Mayor de Telde, como cada año, vuelve a estar más cerca del pueblo que le venera; su imagen, besada, acariciada y con las lágrimas contenidas esperan con fe su cercana presencia. No muy lejos queda ese otro día dedicado a la Virgen, Nuestra Señora del Pino, dos celebraciones que desde el corazón de la isla, la Villa Mariana de Teror, y esta noche desde Telde, al costado este de la isla, casi se dan la mano para que romeros, peregrinos, devotos y feligreses cumplan con sus promesas y plegarias elevadas al cielo por mediación de sus santos.
Templos que bajo sus naves las gentes acuden con la fe necesaria para rezar, dedicar una oración, asistir a la solemne misa, implorar una pequeña ayuda, un aliento de vida y esperanza, un apoyo para seguir el camino, otra escalera para seguir superando los problemas que en estos tiempos nos inundan el alma, y que los más necesitados de salud, de economías y justicias sociales, vean un poco mejor y más esperanzador el horizonte de futuro que en estas circunstancias se nos hace largo, tedioso y desesperante.
Una emotiva Eucaristía en el que el sacerdote presidiendo la liturgia, en la homilía habla de la fe, la fe en el Cristo que celebramos, año de la fe que se inicia en octubre de 2012 y concluirá el 24 de noviembre de 2013, solemnidad de Cristo Rey del Universo. Un valioso legado del Papa Benedicto XVI: la celebración del año de la Fe.
“No pierdan la calma, crean en Dios y crean también mí” reza en el programa religioso de la Bajada del Santo Cristo de Telde, y en la calma, en la devoción y la fe necesaria, puesta en la imagen de su Cristo de Telde, buscando un hueco para besar, tocar, o simplemente observar muy de cerca la serenidad, misericordia y perdón que mana su rostro. Ya es bastante para quedar en paz, para seguir en calma los caminos de vuelta al hogar, para seguir con ese recuerdo, subiendo los peldaños de esa escalera de la vida que Él, Jesús de Nazareth, con menos culpa, nos dio el ejemplo de Vida, de fe en el Padre, comprendiendo, sanando y perdonando a sus propios enemigos. El Jesús de las bienaventuranzas, del Padrenuestro, el que vino a servir y no a ser servido.
Santo Cristo de Telde, Cristo del Altar Mayor, el de la imagen de los tarascos que llegó de la otra orilla atlántica, desde esta noche y por poco tiempo le tendremos cerca, muy cerca, casi le podremos susurrar las penas, alegrías, felicidades, dolores, temores, tristezas, fracasos, éxitos, bienvenidas, despedidas, y más asuntos humanos que, con la Palabra, la suya, nos describió cada una de ellas, sensaciones, inquietudes, experiencias, y como hombre, con los pies sobre la tierra de este mundo, nos dejó su mensaje de paz, amor y misericordia que derrama por todos los poros, heridas y llagas de su piel, sobre esa cruz que hoy su pueblo ha bajado, desde el Altar Mayor de la Basílica de San Juan Bautista de Telde.
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