Reconstrucción del campo:
El campesino tabaibero, llora la muerte del campo, procurada por el cabildo que acaba con el sector primario, empresa que comenzó en el año 1950 del siglo pasado y no ha parado, sino que sigue y va a más. Durante la sucesión de distintos presidentes
, de distintos partidos políticos, están unidos e igualados en este punto, a vivir de las multas que ponen como fruto de impedir toquen la tierra o cuiden de un animal (al que no se le puede ni coger un puño de hierba, pues ésta se la traen desde cataluña, para quedarse con el cobro de paso de mercancía por el puerto). Y ello, con dejar el canario de otros tiempos, el cuero y la vida en hacer cercados colgados de riscos, llenando esos vacíos de tierras traídas en serones con riadas de burros, mulos y caballos, también en cestas a hombro; ahora todo eso lleno de tabaibas, retamas y otras malezas, todas protegidas. No han sobrevivido esas tierras de tantos sudores, sangre y vidas, al presente siglo, a donde llegan impenetrables y prohibido cultivarlas por haber en ellas basuras vegetales que no te las dejan limpiar, para volver a la agricultura, que sin ella muchos se mueren de hambre y algunos -cada vez más- se quitan la vida. Amenazado está el pueblo del campo a muerte al no poder cultivar ni cuidar del ganado, cuando con éste había prosperidad y comida, trabajo y alegría. El hombre del campo entonces, era inseparable de la tierra y su ganadería; la gente vivía detrás de los animales, y encorvados sobre la tierra que cultivaba, sacando del sector riqueza, comida para ellos y para la exportación o mercado. Pero, está siendo bombardeado el campo con multas y de mano de un doble ejército que posee a su servicio el cabildo (seprona y miedoambiente). Hasta entonces había comida, pero ahora el campo ha quedado reducido a escombros. Las casas se destrozan ante la desidia del gobierno y el abandono forzado del campesino, y ya es hora de renovar el campo, de reconstruirlo, de la suma de los campesinos y organizar su lucha y salir victorioso, aunque para ello tenga que pasar por el dolor, que siempre será menor que el del hambre y el paro. El campo está triste, por la muerte del campo. Tanto esfuerzo de nuestros antepasados, para nada, no es de recibo. Se puede hablar con toda precisión de una violencia desatada contra el campo y los campesinos, y hasta hablando con propiedad, podemos decir sin posibilidad de equivocarnos se vive en un estado de guerra civil del cabildo contra los campesinos, a los que le ha desbastado el territorio, sin poder plantar algo, que no sea retamas, pinos o tabaibas (nada de ellos lleva comida, sino que se come la tierra volviéndola estéril y vacía, envenenada y muerta). Pastores ya casi no hay; agricultores, están desaparecidos, y solo se recuerdan otros tiempos, con nostalgia, rabia contenida y reprimida. Hay que reconstruir aquello, volver a aquellos tiempos, recuperar el campo para el campesino, desaparecer los pinos y sustituirlos por castañeros, nogales, higueras, etc. Hay que volver al principio, ya que no hay nada que sustituya, salvo comprar caro y malo lo que se pudiera producir bueno y barato aquí. Estamos exprimidos y con mucho miedo, con terror por la amenaza constante de multas. El futuro, no tiene otra salida sino volver o morir. Los jóvenes se marchan, los viejos quedan ya sin fuerzas físicas para continuar, y nos quedamos sin generación intermedia que recoja el testigo y continúe con lo que se hace en todas partes: comer de la propia tierra y de la cabaña que se tenga. La dependencia es total del exterior, se vive mirando al puerto a los contenedores, a productos que vienen de no sabemos dónde. Estamos en un estado decretado de guerra, contra el campesino. Hay que reanudar lo dejado hace ya más de medio siglo; todavía quedan testigos; hay que restablecer la producción de entonces. No podemos dejar siga parado el campo. La principal fuente de recursos, es el campo (actualmente solo produce multas). El cabildo usa y echa mano de dos ejércitos, para tener paralizada la actividad propia del campo y del campesino, dos grupos armados y uniformados (seprona y miedoambiente), que desestabiliza el medio, llenándolo todo de miedo.
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