miércoles, 17 de abril de 2013


----------------Trasladan a la ciudad el campo:

Fenómeno campestre entre el urbanismo ciudadano, en actual efervescencia, que contrasta con el vaciamiento del sector primario en su medio, que es el campo,
y no la ciudad. No deja de llamar la atención este absurdo engañabobos, y es para pensar por qué lo hacen: si para distraer, idiotizar, hacer creer que están con el sector primario, etc. El centro de toda actividad agrícola, ha de ser el campo, y no entre calles y humos, por no citar aguas residuales, orines y cacas de perros, escupitajos, etc., todo contaminación pura y dura. Ahora, quieren transformar la ciudad en campo, y el campo en pistas de carreras. No, no es de recibo, se multe toda siembra o siega, plante lo que se plante y se haga lo que se haga, y se potencie el cultivo entre calles repletas de coches. Cada cosa en su sitio, por favor, que es orden y cordura. Precisamente, de plantar algo, la ciudad es el peor de los sitios y el menos recomendable por salud e higiene. No, no presenta las condiciones óptimas ni mejores para cosecha alguna. No se puede desplazar el sector primario, al urbanismo ciudadano, por impropio y absurdo. La agricultura es eficiente en el campo, no entre cementos y asfaltos. Lo plantado, necesita del aire puro, del sol y la tierra apropiada. En ese nuevo emplazamiento de la agricultura ciudadana, tan saturado de malos gases y pestilencias, no es  posible crezca nada sano, ni bueno. Nada saludable puede crecer entre calles y avenidas en los llamados huertos urbanos. Y no es cuestión de cambios, sino de dejar cada cosa en su sitio y lugar propio. No se puede abandonar el campo y perseguir el miedoambiente con el seprona y el cabildo capitaneándolos, y abrir un nuevo campo en donde el campo no cabe, ni se puede llamar campo, al estar en el corazón de las ciudades, donde los parques muestran árboles enfermos, cargados de tizne y moribundos. Y los parques están muertos o con esqueletos de árboles que dan pena, y donde ni la hierba salvaje crece. De seguirse en esa política de cambiar el campo por la ciudad y cultivar en ella, eso cultivado es ciertamente insalubre, y una ruina para la misma (salud). Ningún beneficio a nadie puede traer esa agricultura de la ciudad, sino males y graves trastornos digestivos que causarán en enfermedades tremendas, como el cáncer y otras peores. Los oasis, suelen estar en los desiertos y no en el centro de las ciudades, donde su atmósfera, no es la más apropiada. Todo parece y es una utopía, un disparate mayúsculo; el campo en el campo. No cabe la jungla en la ciudad (de hecho, habían plataneras y otros cultivos -que remitieron-, cuando la ciudad era campo, y hasta en La Isleta habían higueras y cultivo, vaquerías y cabras en los Riscos de San Juan y de San Nicolás, pero ganadería y agricultura, fueron retiradas por el crecimiento de la urbe, y una y otras son incompatibles). Lo vegetal en el campo, sin más, y por definición. En la ciudad, como no sea el césped, otra planta no se da ni crece en forma, y si lo hiciera, no es para comer, dado que la enfermedad comienza por el estómago y algo envenenado cultivado en la ciudad, puede ser de consecuencias trágicas y dramáticas, costando la vida y pasando por la muerte al que la consuma. Que son las praderas para el ganado, y la ciudad para los perros. Apostemos por el campo, y defendamos las ciudades de simulacros campesinos, que nada dicen bien ni de ellas mismas, ni de sus regidores.

El Padre Báez.
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