martes, 1 de enero de 2013

¿Plantar papas?

Papas o lo que sea que se coma. Miedo ambiente en lugar de vigilar al que planta lo que plante, debiera vigilar lo plantado, para preservar lo plantado y evitar la cosecha la coja o recoja el que no lo plantó. Me explico, que usted va y planta –pongamos que me ciño a las papas- y después de todo el proceso (comprar la semilla -si no la guardó de la cosecha anterior-), surcar la tierra, estercolarla o echarle veneno químico,
 regarlas, arrancarle la hierba, aflojarle la tierra, sulfatarla, volver a regarla, y un largo etcétera, esperando comience a ponerse amarillas y a secarse, señal clara de que están para coger y cuando está a punto y avisa a la familia y a amigos, para que le ayude en esa faena de la cogida (de papas), va al terreno o cercado, y ¡oh maravilla!, alguien se le adelantó, y le cogió las papas; pero no unos surcos o un cantero, sino la plantación toda. Y, como sucedió en La Gavia, en La Garita, y en todas partes, casos hubo en los que le segaron la rama, y se la colocaron perfectamente en la orilla del terreno o cercado. Y aunque esto que les cuento me recuerda el chiste de aquel que le pidió a su amigo, le ayudara a coger las papas, le dijo: ¿por qué no las coges tú que sabes dónde las pusiste? Que chiste aparte, la cosa es más que grave, y no me refiero al robo, sino que la cosa –repito- es que hay hambre. El caso es, que con esto de cogerle las papas, a uno que las planta y otro bien distinto que se las lleva, aunque suene a broma es que alguien le quita el trabajo de cogerlas al dueño, pero se las lleva y le deja el cercado vacío. Y la cosa esta, va tomando cuerpo, y se está ampliando tanto, que ya muy pocos son los que se arriesgan a plantar papas, porque no va a estar después sin poder dormir, vigilando de día y noche sus papas, pues se ha dado el caso, que han ido en grupo a coger las papas en pleno día, haciendo creer al que los veía, se trataba del propio dueño. La cosa ya es más grave, y como dije al comienzo, el miedo ambiente vigilando al dueño robado, por si rompe una tabaiba, de cuya leche nos alimentamos y hacemos queso. La gente ya no planta, por miedo a ser robado y, ¡me cogieron las papas! Es muy grave oír te dicen: me segaron la rama y me cogieron las papas. Y esto, se repite cada vez más, y hace que cada vez menos, se planten papas, o lo que sea. Y pensar, cambiando de tema, que en tiempos atrás, cuando los ingleses descubrieron las bondades de nuestra tierra y clima, trajeron los primeros tractores que pisaron esta tierra, la mejor del mundo, y para habilitar el territorio para la labranza y el cultivo, comenzaron a arrancar los enorme e inútiles y dañinos y perjudiciales cardones, enganchándolos con cables de acero, y tirando de ellos, los arrancaban, y allá a donde los tractores no llegaban, o por mor de avanzar, también la mano humana, de aquellos niños, hoy ancianos, que con hachas, picos, machetes, hoces, sachos, etc., y saltando la leche que los pringaba y hacía su daño, también los arrancaban, para plantar tomates, y en los extremos de los surcos, por donde los amontonamientos de piedras, las papas, el millo, las calabaceras, y tanto y tanto que comer, para el trabajador y no para el importador, que le interesaba lo otro, pero que era admitido y respetado, que justo, ahora el cabildo y el gobierno, unos con el miedo ambiente y el otro con gesplán, justo haciendo lo contrario que hicieron los ingleses, y los nuestros 70 años atrás, que ahora lo están llenando todo de cardones. ¿No habría que darles rebencazos en las nalgas y espaldas con los gajos de cardones, y que les salpiquen de paso los ojos? ¡Plantan cardones! Que juntos con la leche de tabaiba, vamos a hacer queso y a tomarla con café, con arroz, con... Y, en medio de esas faenas, el famoso punto cubano, como el que les copio, tomado del dictado de mi amigo Miguel, que dice así:



“Una viuda se me ha quejado,

y ha denunciado al vecino,

porque le han abierto un camino,

por medio de lo sembrado,

el demandante con un carácter tranquilo:

hágase que reconozca el trillo,

hace tiempo que la viuda,

tiene abierto ese portillo”.



Picardía aparte, nótese el ambiente campesino y bucólico, que era el que reinaba entonces en todas las islas (también la cubana).



El Padre Báez.

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