VÍA CRUCIS DE JUEVES SANTO EN LA BASÍLICA DE SAN JUAN BAUTISTA DE TELDE
FOTO JESÙS RUIZ MESA |
por Jesús Ruiz Mesa
La noche del jueves santo, 5 de abril, Día del Amor Fraterno, se celebró en la Basílica de San Juan Bautista de Telde, después de la solemne eucaristía de la cena del Señor, y de la Hora Santa , el Vía Crucis alrededor de la Basílica , cumpliendo la memoria de la Pasión de Cristo. Catorce estaciones del Vía Crucis, que los devotos siguen tras la Cruz para rememorar la Pasión y Muerte del Cristo, la del Santísimo Cristo de Telde del Altar Mayor, que, desde lo alto, en el ático cortinado del Retablo Flamenco, nos observa con la cabeza coronada de espinas, la imagen del crucificado, llena de misericordia, resignación y con las palabras, difíciles de comprender que a todos se nos clavan en el corazón, desde lo alto implorando al Padre, ¡perdónalos porque no saben lo que hacen!
Quién se atreve a dar más por menos, quién después del tormento y sufrimiento a que ha sido sometido es capaz de volver la vista hacia sus verdugos y perdonar el daño físico, moral y espiritual, y cargar con las miserias de este mundo, para, con el valor de un hombre que ha pisado la tierra, como todos los que pasamos por este mundo terrenal, ser capaz de decir, sentir y pedir al Altísimo por todos los penitentes, ¡perdónalos!, ¿quién no ha tirado la primera piedra y ha sido capaz de mirar a los ojos, a la mujer, a las mujeres, a los niños, a los enfermos, a los poseídos, atormentados, a los muertos, y aceptar el destino que esta Vida le tenía reservado?, ¡haz lo que tengas que hacer!, ahora se ve en la soledad más amarga, que pone a prueba el cáliz que le toca beber. GALERIA DE FOTOS AQUI
Con las ceremonias litúrgicas se cumple el programa de cultos, oficiadas por el párroco D. José María Cabrera, la Hora Santa ante la Capilla de Nuestra Señora del Rosario, donde una mesa preparada para la última cena, el pan y el vino nos anuncia el último mandato del que va ase sacrificado: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado”. Una bellísima y luminosa estampa del fervor con que las gentes se acercan a orar y contemplar lo que celebramos ya en el penúltimo día de la Pasión , horas antes de que la última estación sea consumada, como Él mismo dijo en la Cruz del Gólgota. Oh Jesús que luchaste sufriste la agonía de Getsemaní, acompaña y conforta a los que se encuentran en las noches oscuras de sus vidas.
Desde el interior del templo se inicia la procesión del Vía Crucis, siguiendo las catorce estaciones que Cristo recorrió desde la condena del Sanedrín hasta que llegó, perdonó, imploró al Padre, y nos dejó como madre la suya, en el Gólgota. Acompañada de oraciones, se da lectura a las estaciones, por parte de mujeres y hombres participantes de la comitiva procesional; en la primera estación, Cristo es condenado a muerte. Por las estrechas calles que circundan el templo, en una noche fría, con una luna llena de luz que cae sobre las torres de San Juan en un extraño y bello efecto nocturno, nos acerca más a sentir el momento religioso que se está viviendo con el Vía Crucis de esta Semana Santa en San Juan. El recorrido religioso en consonancia con la belleza plástica del patrimonio histórico artístico que encierra, en esta hora de la medianoche, abraza a los penitentes siguiendo las oraciones, lecturas de la Sagrada Pasión de Jesús, y los entrecortados silencios de otras estancias, de otras noches, vienen a nosotros. La luz natural reflejada de nuestro satélite que nos acompaña desde el frío firmamento en la noche de los tiempos, mezclada con los tenues y amarillentos focos de las farolas en la vieja alameda, se entrecruzan por las tupidas copas de los laureles que acaban de ser y desenramadas y limpiadas, dando una pincelada de vieja historia, decimonónica estampa, de lo que fue esta alameda lírica de los laureles de Indias y la realidad del color, sonido y palabras de oración que experimentamos en el Vía Crucis de este Jueves Santo.
Las sombras se hacen grandes, no se apagan, se reavivan y nos hacen recordar lo que, quizás, nuestros antepasados por estas mismas calles de Licenciado Calderín, Plazoleta de Marín y Cubas, Doramas, Doctor Chil, Plaza de San Juan, ante la heredada arquitectura secular del templo, hoy rehabilitadas fachada y torres, bajo las mismas intenciones, sacaron sus imágenes, su Cristo del Altar Mayor, su Cristo de las Aguas, del Atlántico y, en esta noche de Semana Santa teldense del siglo XXI, pisamos sobre las huellas, sobre las piedras, que, escondidas y no olvidadas, como restos de quienes bajo el pavimento, ocuparon estos espacios y existencias, celebramos, oramos y pedimos, como ellos, la esperanza de encontrarnos juntos, de perdonarnos, de seguir el camino marcado por el Maestro, de gritar la victoria sobre la muerte, el Vía Crucis en memoria del Crucificado nos lo ha confirmado.
Una decimoquinta estación cierra este corto peregrinaje, cuando Jesús resucita de entre los muertos, en una reflexión que el celebrante nos acerca: En los planes salvíficos de Dios, la pasión y muerte de Jesús no tenían como meta y destino el sepulcro, sino la resurrección, en la que definitivamente la vida vence a la muerte, la gracia al pecado, el amor al odio. Como enseña San Pablo, la resurrección de Cristo es nuestra resurrección, y si hemos resucitado con Cristo hemos de vivir según la nueva condición de hijos de Dios que hemos recibido en el bautismo.
En el interior de la Basílica las imágenes que mañana saldrán en la procesión de Viernes Santo esperan su turno de salida, mientras, devotos alzan sus miradas y corazones al cielo de las naves de San Juan, la noche del Jueves Santo se ha cumplido, el pan y el vino ya se ha ofrecido, y el último ejemplo de amor fraterno ya ha salido de los labios del que, con la alegría festiva, el pasado Domingo de Ramos, entró en nuestra ciudad a lomos de una burrita, Señor Jesús, bienvenido seas por el sendero que hasta aquí te trae, a las puertas del corazón, bienvenido seas por hacer el bien. Ramos de olivo, ramos de palma, ramos de flores para recibir al Cristo de la burrita, entra en esta ciudad, sin muros, sin cancelas, sin llaves y cerrojos, entra en Telde por el Puente que cruza el Barranco Real, entra por las Cuatro Puertas, entra desde la costa, por los cardinales que el alisio de los mares te traiga desde más allá de los continentes.
Esta noche nos dejaste un mensaje: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado”. Guíanos por los senderos de este mundo y no nos abandones, el mundo que nos ha tocado vivir necesita una luz para salir del túnel en el que andamos metidos. Eso te pedimos, antes de abandonarnos y dejarnos con nuestras soledades, con nuestras propias cruces.
Ven a mi ciudad, ven a mi templo, ven a mi casa, la sombra de las torres, la sombra de un olivo, una palmera, o un drago, nos aguarda para descansar en paz.
Señor Jesús vuelve a nuestros corazones para no marchar jamás.
Jesús Ruiz Mesa, colaborador cultural Telde y http://www..teldeenfiestas.com/, Semana Santa, Telde 5 de abril 2012
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