sábado, 25 de mayo de 2013


El Padre Báez.
Cantos en el campo:

“Cantos”, eran los que se usaban en la construcción, sobretodo de las casas, sacados de las canteras, bien fueran blancos del color de la caliza o de picón, y hasta de piedras; pero, no me refiero a estos cantos, sino a los de las voces,
con distintos sones, oídos o escuchados, desde lejos, que cantaba todo hombre en el campo, y por más que distintas fueran sus faenas, se les escuchaba a l atardecer, como a cualquier hora, y ello: arando, segando, trillando, sembrando, etc. Era, el alma y el sentir de un pueblo, un talante, un tono y jadeo exclusivo, que se ha perdido. Todo el mundo cantaba, y no hacía falta ningún instrumento musical que acompañara. Por cualquier parte, se escuchaba. Los niños aprendían con el solo escuchar a cantar. Cada chiquillo, era alumno de su propio padre, que hacía otro tanto. Sin cantar, no se hacía nada. La letra, se improvisaba, no se repetía, se cantaba, lo que se hacía o se sentía, sin más. También coplas que se repetían o cantos conocidos. Bien eran folías, malagueñas y otras; hasta canciones mejicanas, muchas, y actuales de los recientes y modernos cantantes del momento. Era el cantar, algo consustancial con el campesino. La madre cantaba la niño, desde el vientre y lo dormía con nanas y a rro-rrós. El canto, era como las señas de identidad. Se cantaba romances, y se daban serenatas. Si la que cantaba era una campesina en su casa, mientras hacía sus quehaceres, y alguien iba de camino, se paraban para escuchar la canción. Barriendo los patios, y caminos, también las mujeres cantaban, y en el lavadero, y en... todas partes. Había alegría; la alegría de vivir y de trabajar. En las cogidas de papas, y en las encamisadas de piñas de milo, se cantaba y se bailaba. El que iba de camino, iba también cantando pero a grito en pecho; se le hacía más corto el andar. También los puntos cubanos, con los piques (en casa mis padres). Creo, en las montañas, los pastores y otros, se acompañaban con el canto, y cantaban sus amores, sus preocupaciones. Era el espíritu del campesino, hoy dormido, apagado, muerto. Cantaban también hasta los animales; ahora el silencio da hasta miedo, sobrecoge. El canto, entonces, era la expresión de un pueblo, un talante, una cultura. Aquello era, la pureza de una raza.

El Padre Báez.
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