Cuando a escribirte me siento
me vienen todos los males,
para que Tú nos regales
tus favores al momento.
Luego se esparcen al viento,
mis plegarias favoritas;
las que en todas las ermitas
siempre te recé afanosa
y en tu presencia amorosa
pasé horas infinitas.
Nosotros, siempre pequeños,
Tú, Madre grande y amada;
Tú siempre tan demandada,
nosotros, tan pedigüeños.
Entre penurias y sueños
te imploramos cada día
y en septiembre, la alegría
se nos sale por la boca,
cuando tu fiesta convoca
al cante y la algarabía.
Por muy lejos que habitemos
reconocemos tu rostro;
otro año aquí me postro,
otro año que te vemos.
Al acabar, partiremos
con el corazón henchido,
pues venir a verte ha sido
para el alma aliento y mies,
y volver hasta tus pies
en mi último verso te pido.
Guadalupe Santana Suárez ©
No hay comentarios:
Publicar un comentario