Nunca digo lo que sé.
Lo que no sé me lo callo,
cuando imaginando me hallo,
mi alma percibe y no ve.
Más siento dentro la fe
e invento mil aventuras
y soñando mis locuras,
despierta, muerdo la sombra
de lo que mi voz no nombra
ni expreso en mis escrituras.
Yo espío a mi mano izquierda
y aunque sé que es sordo grito,
escribir, yo necesito
para saber que estoy cuerda.
Porque el corazón recuerda
que el olvido está latente
en todo aquello presente
que mañana será añejo,
por eso mis letras dejo
que me salgan por el alma,
para quedarme en la calma
de saber que saco todo
fuera del pesado lodo
donde mi sentir se escurre
viendo pasar lo que ocurre
en el vivir cada día,
sin la incómoda alegría
que aligera mi tristeza
y me ablanda la corteza
o endurece mi agonía.
Voy a pedir sin querer,
quiero saber lo que excluyo
cuando en la noche rehuyo
del ser que habita en mi ser.
Rechazo hasta el proceder
de que me alumbre mi estrella
y seguir dejando la huella
sobre el barro que a mí misma
me ha transformado en el prisma
donde el mirar se atropella.
Busco lo que ya no espero,
tengo lo que no soñé;
Ya ni pregunto por qué
ni me paro a leer un pero.
En mí, con bastante esmero
se fatigan mis miserias
como caballos de ferias
dando vueltas a lo mismo
y contemplando el abismo
quiero volar con el viento,
ensimismada me invento
volviendo a mi fantasía
que me miente en la osadía
de la verdad más ingrata…
A mi cuerpo de hojalata
lo visitan las herrumbres
que van dando las costumbres
a los caminos más bellos
cuando ni tienen destellos
los soles de entre mis cumbres.
Guadalupe Santana Suárez ©
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