Yo comparé tu mirar
con la arrogancia oportuna,
que al tiempo que excita, acuna,
las espumas de mi mar
y te quise acariciar
igual que el necio a la luna…
Hice míos tus anhelos
y fui apagando en tu boca,
la pasión que corrió loca
cuando rasgaste mis velos
y le mostraste mil vuelos
al lastre que había en mi roca.
Disfruté yo la osadía
que trajiste entre las manos.
Renuncié a los cotidianos
eclipses de fantasía
y me bebí la energía
de tus ojos soberanos.
Fuiste tú en mi firmamento
el resplandor de un lucero
que me alumbró en el sendero
de vivir cada momento,
haciendo mi último aliento
de tu sudor compañero.
¡Vivimos aquella noche
como si no amaneciera!
Lo que uno al otro ofreciera
se fue al baúl del derroche
y colgado como un broche
quedará en mi esa quimera.
Es mi letra sólo un cante
porque debo agradecer
que te hayas dejado hacer
siendo en tu saber triunfante.
Eres el mejor amante
que he podido conocer.
Guadalupe Santana Suárez ©
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