Cuando a una le golpean el corazón mil veces y ya no tiene sangre con qué sangrar ni lágrimas que llorar, martillea constante la pregunta del ¿por qué? le pasan estas cosas y si realmente no hay una rendija de felicidad. La respuesta, cruel, dura y verdadera, es que cada persona nos hace el daño que le permitimos...
“RESPONSABLE DE MÍ”.
Yo sé que soy responsable
del daño que he recibido
pues solo yo he permitido
la distancia razonable
para que claven su sable
en mi corazón herido.
Sé que sus ojos son dagas
porque me pongo a su alcance
y si paso por el trance
de pincharme en las aulagas,
-es que ya en mis secas llagas
cedo a que el perdón descanse-.
Pero sólo hasta aquí dejo
que me lancen sus cuchillos.
Porque llevo en los bolsillos
la entereza de mi espejo
que me evita aquel consejo
del golpe de los martillos.
Pues yo accedo a que la vida
atraviese mi alma muerta
y al cerrar aquella puerta
que su silueta divisa,
me coloco en la repisa
que mi ilusión me despierta.
Así soy la soberana
de mis penas y alegrías
y si es que mis agonías
las bailo como Sardana,
es, porque como artesana,
mi barro amoldo a mis días.
Guadalupe Santana Suárez ©
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