CRISÁLIDA,
Cierta vez fui oruga misionera
mendigando en el sendero de los versos
la sapiencia que alcanzar un día pudiera.
Devoré hojas hasta en sus reversos
ardió mi ser bajo el sol del parnaso
que alumbraba todos mis universos.
Hoy mece el viento el eco de mi paso
mientras lo escucho desde mi capullo
porque ando dormitada ante el ocaso.
No me despierta el hambre ni el orgullo
y en esta impavidez que me atosiga
no creo, no reformo, no destruyo.
Crisálida mohosa en su guarida
me siento, y en mi alma silenciosa
va el miedo de no volver a la vida.
Al pétalo marchito de una rosa
presiento que ha agarrado el sueño mío
y nunca llegaré a ser mariposa.
Guadalupe Santana Suárez ©
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