La tristeza me aborda en cada fiesta a la que asisto, pero antes de desarrollar esta opinión, quisiera recordarles especialmente a políticos y comisiones de fiestas de canarias, para qué son las Fiestas Patronales y Populares.
Las fiestas populares tradicionales, son una muestra característica de la cultura y por ende de la identidad cultural de sus pueblos. Constituyen un suceso de obligada mirada en el tiempo. Resumen elementos socioculturales que son reflejo de una época, escenario ideal para estudiar la cultura integralmente concebida en esa localidad, vinculada a sucesos de la vida cotidiana de los hombres, mujeres y niños. Además, los conduce a una salida de esa cotidianidad. Las fiestas expresan las huellas del tejido social que representan y cuyos intereses simbolizan y constituyen reflejo de la identidad cultural de un pueblo según su tradición.
La mayoría de las fiestas patronales y/o populares, en la actualidad se caracterizan y son más o menos importantes por el presupuesto que manejan, y muchos de ustedes estarán de acuerdo con este argumento. Pero éste argumento se desvanece si echamos la mirada atrás y nos preguntamos ¿dónde están esos actos populares de verdadera integración social, que fomentaban la convivencia, que enaltecían los valores artísticos y deportivos de los niños, jóvenes y mayores de nuestros barrios
Por ejemplo:
¿Dónde están están las Scala en Hifi, los concursos de comidas, las exhibiciones de diferentes modalidades deportivas, las representaciones teatrales de las vecinos, el gracejo de los chistosos del barrio, los artesanos y los folclorístas residentes y un largo etc?
En todos las localidades sin excepción alguna, existen personas que realizan esas actividades y con ellos no se cuentan para nada.
Esto no implica que no se deban contratar otras actividades de diversión o culturales, pero nunca se deberían mantener al margen a las personas de cada localidad y estén mancillando nuestra identidad cultural con la implicación y permisividad directa de los políticos de turno.
Me parece aberrante, que por ejemplo políticos de medio pelo sean pregoneros de ninguna fiesta. Los pregones han sido y deben ser realizados por personas residentes o conocedoras y colaboradoras de las fiestas patronales.
Me parece inadmisible, que se sacrifique la romería donde los productos recogidos van directamente para las personas más necesitadas y la feria de ganado de un pueblo para poner dos galas de Drag Queen, cuando esto es un producto extraído de los carnavales.
Me parece inaceptable, que en base al partido que gobierne en cada municipio y si la comisión de fiestas es del mismo partido, recibirá más o menos dinero.
A todos esos, le recomiendo que cojan la maleta, como bien decía el Poeta Don Pedro Lezcano.
Yo tengo preparada la maleta,
una maleta grande de madera,
la que mi abuelo se llevó a la Habana,
mi padre a Venezuela.
La tengo preparada: cuatro fotos,
una escudilla blanca, una batea,
un libro de Galdós y una camisa casi nueva,
la tengo ya cerrada y, rodeándola,
un hilo de pitera,
ha servido de todo: como banco
de viajar en cubierta,
como mesa y, si me apuran mucho,
como ataúd me han de enterrar en ella.
Yo no sé donde voy a echar raíces,
ya las eché en la aldea,
dejé el arado y el cuchillo grande,
las cuatro fanegadas de mi vieja,
¡La hostelería es buena! – me dijeron,
y cogí la bandeja,
“si señor, no señor, lo que usted mande,
servida está la mesa”...
yo por vivir entre los míos
hago lo que sea.
Vi a las mujeres pálidas del norte
arrebatarse como hogueras,
y llevarse las caras como platos
de mojo con morena,
tanto que aquí no dejan ni rubor
para tener vergüenza.
Vi vender nuestras costas en negocios
que no hay quien los entienda:
vendía un alemán, compraba un sueco
¡y lo que se vendía era mi tierra!
Pero no importa, me quedé plantado,
aquí nací, de aquí nadie me echa,
hasta que el otro día lo he sabido,
y he vuelto a hacer de nuevo la maleta,
he sabido que pronto vendrán de afuera,
técnicos de alambrar los horizontes,
de encadenar la arena,
de hacer nidos de muerte en nuestras fincas,
de emponzoñar el aire y la marea,
de cambiar nuestros timples por tambores,
las isas por arengas,
las palabras de amor por ultimátums,
por tumbas las acequias...
Si se instalan los técnicos del odio
sobre nuestras laderas,
los niños africanos, desvelados
bajo la lona de sus tiendas,
mirarán con horror las siete islas,
no como siete estrellas,
sino como las siete plagas bíblicas,
las siete calaveras
desde donde su muerte y nuestra muerte
indefectiblemente se proyectan.
Yo por mi parte cojo la maleta
que el viejo se llevó a las Américas
en un barquillo de dos proas
¡qué valientes barquillas atuneras!
tienen dos proas, una a cada lado,
para que nunca retrocedan,
vayan donde vayan siempre avanzan,
¿quién dijo popa? ¡avante a toda vela!
... y yo, ¿voy a marcharme acaso reculando?
¿voy a dejar que crezca
sobre la tierra mía
toda la mala hierba?
¿voy a volver la espalda
al forastero que vendrá con sus máquinas de guerra
a ensuciar de herrumbre las auroras,
de miedo las conciencias?
Pensándolo mejor voy a sacar
de mi vieja maleta el libro, la batea...
voy a pintar y a barnizar de nuevo
su gastada madera,
voy a quitarle el hilo y a ponerle
la cerradura nueva
y con ella vacía me acercaré a la Isleta,
y al primer forastero de la muerte,
que llegue a pisar tierra
se la regalo para siempre suya,
y que la use y nunca la devuelva
¡no quiero más maletas en la historia
de la insular miseria!
Ellos, ellos, ellos,
que cojan la maleta,
los invasores de la paz canaria,
que cojan la maleta,
los que venden la tierra que no es suya,
los que ponen la muerte en el futuro,
que cojan la maleta,
los que ponen cemento en el futuro,
que cojan la maleta,
que cojan la maleta,
que cojan para siempre la maleta.
Firmado: Agustín Cabrera Santana.
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