VIERNES, 25 DE AGOSTO DE 2017.
Sra. Alcaldesa-Presidenta del M.I.
Ayuntamiento de Telde, Sres. Concejales, Distinguidas Autoridades, estimados/as
vecinos/as y amigos/as.
Muy buenas noches a todos/as y reciban
la más cordial bienvenida al barrio de El Caracol y a este Pregón.
Aunque por los años que recaen sobre mi
espalda ya pocas cosas me asustan, tengo que reconocer que recibir la
invitación para pregonar las Fiestas del barrio que me vio crecer, en el que
terminé forjando una maravillosa familia, cosechando muchos amigos, experiencias
personales y, por que no decirlo, anhelos, supone una gran responsabilidad,
pero a su vez, un alto honor, dirigirme a mis vecinos/as y amigos/as para
compartir un ratito de vivencias y anécdotas.
Hijo de Juan Macías León y Juana Felipe
Alemán, ambos ya fallecidos y de quienes guardo un profundo y emocionado
recuerdo, nací en una antigua casa de piedra situada en el Lomo Pollo, justo en
el mismo lugar donde ahora se encuentra el Restaurante del Campo de Tiro, el 17
de octubre de 1955, en el seno de una familia humilde de nueve hermanos. Vaya
desde aquí un recuerdo muy especial y cariñoso para Manolo y Nenita, que
volaron al cielo y nos protegen desde allí.
El barrio de El Caracol fue conocido
durante los siglos XV y XVI como barrio de Los Caracoles; Ya luego, en el siglo
XIX, queda definitivamente identificado como el barrio de El Caracol, y toma su
nombre debido a que, por aquél entonces, este paraje se componía de tierras
arcillosas que, en periodos de inviernos y a consecuencias de las fuertes
lluvias, se llenaba luego de caracoles, haciendo que cientos de personas
vinieran desde San Gregorio y otros puntos de nuestra Ciudad a cogerlos para el
sustento.
Con doce años nos trasladamos al barrio
de El Caracol, cuando apenas había cuatro casas mal contadas, como solían decir
los mayores del lugar.
En mi familia nos dedicamos, como casi
todos los vecinos del barrio y de Telde, a sembrar la tierra de otros; en
nuestro caso, la de los Betancores echando zafras de tomates, puesto que mi
padre fue el encargado de la zona de El Cortijo San Ignacio y Jerez durante
casi toda su vida, cuando la agricultura era considerada como la más pujante
actividad económica de la época.
Al igual que la mayoría de las
familias, mis hermanos y yo trabajábamos muy duro para intentar sobrevivir a la
dureza de aquellos años.
Los primeros vecinos que conocí a mi
llegada al barrio fueron Los López (Panchito y Antonio), Antoñito Pérez “El
zapatero”, Los Franco, Facundito, Antonio Benítez, Paulito, Tomasito “El de la
tienda”, Pedro Eulogio Galindo, Sionita “la de las flores”, Antonio García “El
Raspa”, el Taller de Chano… y así tantas y tantas personas que forjaron sus
vidas entorno a este núcleo teldense y que marcaron mis primeras relaciones
sociales de adolescente.
Era frecuente cruzarnos a la altura del
acueducto situado en el barranco de las Bachilleras, que fuera construido en la
segunda mitad del siglo 19 por D. Juan Rodríguez Quegles, empresario y
co-propietario entonces junto con D. Santiago Ascanio Montemayor, de la antigua
fábrica del Ron de Telde.
Aún cincuenta años más tarde, todavía
cosecho una buena parte de esas amistades.
A pesar de las dificultades, mis padres
criaron una familia de nueve hijos/as (Manolo DEP, Antonia DEP, José Antonio,
Francisco, Ramón, Juana, Teresa, María del Carmen y José Luis).
Fue una época plagada de situaciones
cotidianas que hoy muchos desconocen o no se pueden ni imaginar; a otros les
vendrá a la memoria las numerosas dificultades que enfrentábamos en un Caracol
con calles de tierra, sin saneamiento, sin luz en las casas ni alumbrado público,
sin abastecimiento de agua corriente para aseo personal o cocinar, sin más
centro de salud que la famosa “Casa de Socorro”, sin locales sociales donde
pasar el rato con nuestros vecinos y amigos y con algún que otro improvisado
campo de fútbol de tierra y piedras (más piedras que tierra) o pequeños
terreros para bregar, para practicar nuestra incomparable Lucha Canaria,
deportes que practicábamos en medio de tantas y tantas plantaciones y del que
más adelante daremos unas pinceladas.
Actualmente, sobre aquel accidentado
paraje, se levanta un barrio estructurado, con equipamientos sociales, cancha
deportiva, asociación de vecinos, locales para colectivos, señeros negocios y
empresas, servicios de agua, luz, teléfono, Internet… y así un largo etcétera.
Digamos que los comienzos en tan
precarias condiciones despertaron en mí la persona activa, inquieta, soñadora y
ecuánime que la mayoría de ustedes bien conocen.
Por ese motivo y animado por el vecino,
entusiasta enamorado de las fiestas pero, principalmente, mayor amigo de toda
la vida, Agustín Cabrera Santana, quien me animaba y prestaba su ayuda en todo
momento, comencé mi andadura en la Asociación de Vecinos en la que permanecí
por más de quince años; unas veces como Directivo y otras simplemente colaborando
para que nuestro barrio de El Caracol tuviera unas buenas fiestas y soluciones
ante las necesidades y los problemas del día a día.
La verdad que había un ejército de
personas siempre dispuestas a hacer cuanto fuera necesario para que todo saliera
a la perfección. Amigos como el propio Agustín Cabrera (Presidente por muchos
años), Antonio Jorge, Julián, Carlitos Marrero, Juan Monzón, Emilio Guedes,
Francisco, Manolo Pérez, Inmaculada Sosa y José Antonio González, entre
otros/as muchos/as.
Todo el mundo se implicaba en buscar la
mayor cantidad de dinero y recursos para honrar a San Ramón Nonato y la Virgen
de la Merced. Tanto fue así, que llegamos a recaudar más de un millón de
pesetas de la época para las fiestas patronales, en las cuáles se coronaba una
reina infantil y adulta, hacíamos la “Quema del Caracol” o bailábamos en las
primeras verbenas de solajero y luego de espuma… Hasta presentamos una
candidata para el Carnaval de la Ciudad de Telde.
Con motivo de la Navidad, se organizaba
una cena conocida por “Cena de la Amistad”, llegando a congregar a más de
doscientas personas en el Restaurante El Centro de Guayadeque.
También se hacían excursiones desde
nuestro barrio a otras islas como El Hierro, La Palma, Tenerife, Lanzarote o La
Graciosa…
Recuerdo que en este último mencionado,
a un vecino muy conocido por todos nosotros le toco escuchar desde Lanzarote
hasta La Graciosa, en aquel barco y su vaivén, a un par de vecinos simpáticos
gritándole ¡ Viva Franco, Viva Franco ! ... el viaje se le
hizo eterno.
Pero no sólo en fiestas se nos iban las
horas. El deporte también ocupó un lugar muy especial en nuestra vida.
De joven tuve la oportunidad de
integrar el equipo del Club de Lucha Castro Morales, al cual dediqué más de
veinte años de mi vida como luchador, capitán y directivo, desplazándonos por
toda la isla para medirnos contra nuestros adversarios. Fruto de esa pasión por
el vernáculo deporte, creamos una escuela de lucha canaria en nuestro barrio.
Aunque nunca llegamos a estar federados, íbamos por todos los barrios a luchar
con nuestros amigos y vecinos. También lo hacíamos con motivo de las Fiestas
Patronales.
Esta etapa se prolongó hasta la
fundación del C.F. El Caracol, allá por los años 90. Fue tal la aceptación que
tuvo el equipo, que llegamos a congregar a más de 200 jóvenes en las diferentes
categorías.
En esta ocasión, les ruego me permitan
recordar a todas las personas que integraron aquel ilusionante proyecto, pero
hacer una especial mención a tres de ellas que marcarían significativamente mi
vida: D. Carlos Marrero de Vera, muy recordado por ser una persona entregada y
colaboradora, a la que muchos recordamos ver en un Toyota Land Cruiser de los
viejos en color azul con chiquillos colgados de los pisantes, agarrados del techo
o de la goma de repuesto… por no decir cómo iba por dentro. A D. Manuel Benítez
Macías, más conocido por “Manolito el de la moto”, un hombre de espíritu
reivindicativo y servicial, yendo con su moto a todos lados en busca de
jugadores, a la Federación en Las Palmas para presentar las fichas y hasta ir a
casa de algún jugador despistado para que se vistiera y fuera a jugar. Y cómo
no, a D. Manuel González Santana, fiel colaborador del fútbol teldense hasta el
último de sus días. Para todos, vaya este humilde recuerdo.
Sin duda alguna, estos espacios de
encuentro y de compartir experiencias a través del deporte generaban valores de
respeto mutuo, de cordialidad, de cercanía, de humildad y honestidad… en
definitiva, esos principios que a día de hoy tanta falta hacen en nuestra
sociedad.
No obstante, aunque hasta el momento he
relatado algunos de los aspectos más positivos de mi vida, existen otros que
casi nos dejan en dique seco, circunstancias que nos levantan el pie del
acelerador justo cuando mejor nos va. En mi caso se llama “11 de agosto de 1998” .
Dedicado desde el año 72 a la construcción y
fontanería, aquel día, como tantos otros, acudí a trabajar en el municipio
norteño de Arucas. En cuestión de segundos, sin tiempo a pestañear ni
reaccionar, mi compañero y amigo Domingo Lorenzo y yo nos encontramos en el
epicentro de una explosión, en medio de una terrible bomba de gasolina, seguida
de una horrible bola de fuego que casi acaba con nuestras vidas. De hecho,
Domingo fue tratado en la Unidad de Grandes Quemados de Getafe, entonces recién
estrenada, con el 88% de su cuerpo quemado.
El único de España que ha salido con
vida en tan mal estado. En mi caso me atendieron en la Clínica del Pino.
Tardamos años en recuperarnos de aquél terrible golpe, algo que sin el apoyo y
cariño de nuestras familias e hijos no hubiéramos superado jamás. Por ello,
para Tina y mis hijos Yeray, Norman y Borja, quiero mandarles un enorme beso y
abrazo; de padre que sobrevivió gracias a ese cariño tan profundo que sólo la
familia sabe ofrecer.
Le agradezco profundamente a mis padres, mis hermanos y mis familiares, amigos y vecinos por el trato y cercanía que en todo momento mostraron hacia mi persona; Un gesto que jamás olvidaré.
Para ir concluyendo, como no podía ser
de otra manera, mis deseos de bienestar para mi barrio de El Caracol son
inmensos, pero entre todos me quedo con dos de suma importancia:
El primero, que haya una mayor actitud
de “arrimar el hombro” entre todos los/as vecinos/as, grandes y pequeños,
jóvenes y mayores, niños y niñas, para afrontar con mejor semblante nuestro
devenir diario y ayudarnos a superar las adversidades, sin envidias, sin
titubeos ni rencores.
El segundo, que antes de que yo me
muera, que espero sea dentro de mucho tiempo, pueda ver terminada la Iglesia
del barrio donde recibirá su altar nuestro San Ramón Nonato y Nuestra Virgen de
La Merced.
No cabe duda que este último no es un
deseo sólo de quien les habla; sino que también es un anhelo del amigo Emilio
Guedes Pérez, guarda y custodio durante todos estos años de San Ramón Nonato y
la Virgen de la Merced y un deseo de los vecinos y vecinas del barrio de El
Caracol. Esperamos poder verla terminada algún día.
Amigos, vecinos… termino como empecé,
agradeciéndoles que hayan preferido pasar un ratito conmigo, compartiendo esta
noche tan especial para mí, en la que quiero pedirles más colaboración y unión
entre todos, deseándoles que tengan unas muy buenas fiestas patronales, que las
disfruten plenamente y que mantengan las ilusiones y los ánimos para que
perduren por muchos años más.
Agradecer al Patronato de Fiestas San
Ramón Nonato su invitación para ser el pregonero de este año 2017 y animarles a
continuar trabajando por el barrio del Caracol.
Muchas gracias y buenas noches.
VIVA SAN RAMÓN NONATO.
VIVA LA VIRGEN DE LA MERCED.
VIVA EL BARRIO DE EL CARACOL.
No hay comentarios:
Publicar un comentario