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Telde.- La plaza de Lomo Magullo vivió este sábado, a partir de las 21.00 horas, un ambiente festivo y de confraternización en la nueva edición, la quinta, de la Noche de Tradiciones, en la que los vecinos compartieron mesa y mantel. TA ofrece
Organizada por el Patronato El Manantial, la fiesta estuvo amenizada como es habitual por varias agrupaciones folclóricas y durante su desarrollo se rindió homenaje a diversas personas relacionadas con el mundo de la carpintería que forman parte de la historia de este pago teldense, pero también de la de sus casas, ya que muchos de sus muebles pasaron por sus manos.
Entre los asistentes a la fiesta se encontraba el concejal de Festejos del Ayuntamiento de Telde y vecino de la zona, Juan Martel.
Homenaje a los carpinteros en la Noche de Tradiciones
Una vida a golpe de serrucho y formón
Orlando colgó la gubia y el formón hace ya unos años, pero se le enciende la mirada en cuanto entra al taller, que fue suyo y que ahora regenta su hijo, también llamado Orlando.
Explica cómo funcionan las máquinas y se nota que le corre serrín por las venas. No les guarda rencor pese a que algunas las probó en carne propia. Dan fe varias heridas de guerra en sus manos. «Ah, pero esto no es nada para el tiempo que estuve, desde los 14 hasta los 65 me la pasé cortando madera», rememora Orlando padre, que ahora disfruta de una merecida jubilación tras una vida de «sacrificio».Tira de memoria y dice que vacaciones, solo 15 días en 50 años.
Su taller de la calle de La Feria es uno de los dos que sobreviven en Lomo Magullo. El otro lo rege
nta otro descendiente de carpintero, Claudio Rodríguez, hijo de Rogelio Rodríguez, en la calle de Padre Collado. Ellos y Antonio Sánchez Pérez, José y Pedro Sánchez Martel, y Juan López Martín recibieron este sábado un homenaje.
Orlando hijo empezó recogiendo serrín en el taller de Expedito, en Los Llanos, donde su padre alquilaba las máquinas, antes de abrir su propio taller. Acabó el bachiller y se metió de lleno. «A quien no le guste esto no puede hacer un trabajo fino». Y Orlando lo hace. Ha heredado la clientela de su padre, y le han seguido comprando los hijos de aquellos, y, aparte, recibe encargos hasta de otras islas. Admite que es «sacrificado», pero no se queja, le va bien. «La crisis la noté por los impagos, pero nunca me faltó trabajo». Le ha tocado una época distinta a la de su padre, que cuenta que cuando él empezó «nadie podía pagar al contado». Pero no le fallaban. «Venían a mi casa y me traían aunque fuera 50 pesetas al mes». Una cocina salía por 1.500.
A Juan López tampoco le fue mal nunca, pero se cansó y hace 12 años se metió de taxista. Estuvo 15 de autónomo y con taller propio, pero empezó el oficio con 15 años. Ahora parece que se arrepiente de haberlo dejado. «Cambié oro por plata».
Agradecidos
Si en algo coinciden Orlando padre e hijo y Juan López es en la ilusión que les hace «que se acuerden de uno». Para López fue además una «sorpresa». Y
los tres han sido profetas en su tierra. Amueblaron las casas de medio vecindario de Lomo Magullo.
Fuente: Texto de Gaumet Florido-Canarias7.
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