La desigualdad es notoria; no hay crecimiento posible y real; aumenta la pobreza; mínima integración social; miles de excluidos en situación severa, aunque más del doble están en la simple exclusión; sin empleo, sin vivienda, sin salud; vulnerabilidad de los jóvenes (desocupados y sin estudios); en cuanto a los mayores los hay expulsados del trabajo de por vida; la política de austeridad no reduce la pobreza; se
restringen los derechos; hay regreso en las reformas; la cooperación, se desploma; se descalabran distintos proyectos; la política se dedica a lo irrelevante (criar pájaros azules y lagartos): se dilapida el dinero (limpiando orillas de carreteras de hierbas que vuelven a salir al día siguiente); la inmigración no cesa; prolifera la economía sumergida; nos envuelve la globalización (sin producción local); se pierden los valores éticos más elementales; hambre y pobreza sin atención médica; etc. ¿Posible la regeneración?, ¿acaso no es un capital la solidaridad familiar?, ¿qué redes de ayudas hay? La crisis, se alarga, irremediablemente y los mayores en lugar de ser cuidados, son los cuidadores (o salvadores). Sin el apoyo de los mayores, las familias caerían en la miseria y en el abandono, pues mantienen la pensión, la vivienda y hasta las relaciones familiares que unen y remedian, auténticos salvavidas de la realidad social que nos hunden. Menos mal que no faltan voluntarios en Cáritas, que empeñan en ello lo mejor de sí mismos: colaboración impagable. Pues a pesar de la destrucción de la riqueza social y cultural que se tenía, aparecen nuevos valores que aunque eternos, afloran ante la realidad, como: redes, instituciones, principios, etc., y van desapareciendo poco a poco -esperamos- la mercantilización, la individualización, la privatización, etc. Y, frente a la ruptura previsible y lógica, cabe la esperanza cierta de la solidaridad que anida en nuestra esencia humana y cristiana. De los poderes públicos, y de otros agentes sociales y económicos, mejor no me pronuncio, pues son los que pueden atajar los motivos de la exclusión (y los provocan) y proponer desarrollo para combatir la pobreza (que no hacen multando al que se vuelva al campo), y quedan al margen viéndolas venir o pasar (sin mover un dedo), sin más, pues sin tener en cuenta el bien común, sin abordar las causas de la pobreza y sin desarrollo social y solo el económico, nada bueno podemos esperar por largo tiempo...







El Padre Báez, que teniendo en cuenta todo lo anterior, no se olvida de la matanza de caras, que va a seguir, y ello, por si todo lo anterior fuera poco.






























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