GAUMET FLORIDO
No anda el tiempo para dispendios, pero la cultura nunca está de más y en cuanto puedo trato de llevar a los críos al cine o al teatro. Este fin de semana representaban una historia de títeres cerca de casa y allá que me fui con la familia. Estaba yo en la cola de taquilla cuando reconocí entre los que esperaban detrás de mí a la mujer de uno de los concejales de ese pueblo.
Como una más, como cualquier hijo de vecino, haciendo cola para hacerse con una entrada. La anécdota no tendría mayor importancia si no fuera porque, desgraciadamente, es insólita. No, hombre, no. En mi tierra, en esta bendita tierra, los concejales no hacen cola, y mucho menos, pagan la entrada
de su bolsillo. La mediocridad de muchos de los que se meten en política les lleva a investirse de no sé qué estatus para creerse merecedores de ese y otro tipo de privilegios parecidos.
Y lo peor es que, no sé por qué extraña ley o costumbre no escrita, entienden que la onda expansiva de ese aforamiento social abarca a su consorte, a los hijos y a todo el que les viene en gana.
Todavía recuerdo con vergüenza ajena el año en que me dio por llevar a mis hijos a recibir a los Reyes Magos en el Puerto de la Luz y presencié abochornado cómo los críos de los concejales y de sus adláteres políticos tenían derecho a ver a sus Majestades desde dentro de la valla. Llamémoslo así, desde una insultante zona vip. Con todo el descaro. Este fue un caso, pero no hay páginas en este periódico para contar todos los que he vivido. Estas escenas son parte del pan de cada día del provincianismo político de estas islas.
Hasta en los pregones de barrio se reservan sillas privilegiadas para los señores y señoras concejalas. Mejor les reservaran una en una clase de colegio para ver si, con suerte, se les pega algo de esa educación que, dicho sea de paso, tan poco les interesa.
Gaumet Florido Medina es redactor del periódico Canarias7.
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