viernes, 31 de mayo de 2013

Sin brotes verdes en el campo:

No, no mejoran las condiciones de vida de los campesinos, ni el campo es campo de cultivo, sino pista de correr. Después de medio siglo donde la violencia del cabildo (miedombiente y el seprona),
se ha cebado; cebada, ni trigo, ni nada. Solo y todo de tabaibas y pinos. Éstos y éstas, si que echan sus brotes verdes, pero no de comida, ni de trabajo. Insensibles estos políticos al dolor de tanta gente con hambre por estar en paro, teniendo la comida por producir en el campo, protegido, ¿protegido de qué y de quién?, ¿de las personas, y del trabajo?, ¡vaya protección! Campesinos perseguidos en sus propias tierras para ser multados por intentar sobrevivir y vivir de lo que la tierra les da, pero que les prohíben hacer nada o algo. Cercándoles el campo y sus actividades propias, les cierra el futuro y solo los llevan a la muerte o a emigrar. Eso es, lo que hacen aunque sin salir de a isla, sino bajando a las urbes, donde les dejan cultivar huertos en la ciudad. Semejante idiotez, y maldad, esos productos de la ciudad ya nace envenenados con tanta contaminación, entre coches, ¡ya me dirán! Es mentira nada brote, sino que la cosa va a más de lo mismo y a peor. No dejan atender la tierra ni atender a un animal; todo son leyes, normas, prohibiciones, etc. No hay cambio, sino para peor. No hay seguridad alguna, para cultivar o hacer algo en el campo, no sea te caiga encima el miedoambiente o el seprona, que tanto monta monta tanto y son el cabildo en sus brazos ejecutores de multas por doquier. No hay garantía alguna y no hay futuro. No se da ninguna facilidad, para nada, todo es a base de permisos, permisos que son denegados. Los que se marcharon, no pueden regresar porque en lo suyo se ha nacido alguna retama, y eso ya es sagrado, no se puede ni tocar. Y si al menos algún partido político defendiera el campo, habría alguna esperanza, pero es que no se moja con el campo, ni uno. Y todo esto envuelto en acciones infantiles de la consejería de agricultura con cursos de dos horas de auténticas chorradas, para simular se ocupan y preocupan del sector. Te vende olivos, y te multan por plantarlos. ¡No te digo! Desgraciadamente, no cabe el optimismo por ningún lado que uno se vire, no lo hay. El campo está mortecino, y está en las últimas de una enfermedad mortal, que acaba con la presencia del campesino, sustituido por un ejército muchas veces variados en uniformes y misiones, todos en contra del miserable labriego, que a escondidas hace lo que hace, sin poder librarse de los que lo vigilan y controlan a diario y continuamente, y más los sábados y Domingos, que es cuando muchos regresan al terruño, por si coge algo verde, y si arreglan algo, los cogen in fraganti. No, no se puede volver al campo, aunque se quiera. Antes ha de desaparecer el control severo y exhaustivo del cabildo, por miedo de miedoambiente y el seprona. Ya es grave, que el mismo gobierno es el que esté en contra de la producción local, primando y ayudando con subvenciones a los que nos matan con comidas envenenadas traídas desde el fin del mundo sin permitir cosechemos eso mismo en nuestras tierras invadidas de pinos y tabaibas. Millones de euros gastados en reforestar fijo, y sin parar con árboles estériles, que desertizan la tierra y la hacen estéril, acabándose así con la flora endémica, autóctona, así como con toda la fauna (los cuervos ya han desaparecido, y quieren reintroducir unos pájaros azules, para los que quieren llenar la isla toda de pinos, afín al pajarito que no existe).  Y lo peor, que el cabildo quiere comprar robando, engañando, acosando, presionando, mintiendo, etc., las tierras todas de los campesinos, a los que dejan desheredados a sus hijos, porque por cuatro perras se las quedan ellos, y a veces hasta sin comprar plantan pinos en lo ajeno, y se apropian así de tierras que nos son suyas, pero que arruina al que no les venden plantándoles el temido pino que extermina el agua del entorno y me dice la tierra no dejándola producir ni otro pino debajo de ellos mismos (los pinos). Tierras esas todas que si hubiera justicia, debieran ser restituidas a sus propietarios legítimos según herencias sagradas de sus antepasados, hoy en manos de quien las inutiliza y desertiza con plantaciones que si las tuvieran sus antiguos dueños, morirían del susto al ver convertidas sus suertes de siembras y arboledas, en retamales, tabaibales y pinares, sin más, para nada. Y se cargan los derechos de propiedad, de trabajo, de libertad, de..., ¡todo! Motivos hay de preocupación toda vez no frenan en esas acciones maléficas, sino que contrariamente siguen en las mismas. Curioso, que un centenar de su existencia, ya obsoleta y caduca, haya sido celebrada a todo ruido, con platillo y bombos, (el centenario del desgraciador cabildo, que no acaba de extinguirse, desaparecer o fenecer, con un siglo de males y ruindades). Actuación cabildicia con los suyas, que han causado ya varios muertos de suicidio ante descomunales multas imposibles de pagar y cárcel por ello mismo, por querer plantar un saco de papas. Dicen y llaman a esto democracia, y no dejan participar al campesino en la elección de plantas a plantar, ni se le hace caso a la sabiduría tradicional, que de generación a generación son portadores de saberes de siglos de existencia y ciencia. No en vano se le llama cultura a la de ellos, frente a tanta ignorancia en asuntos de campo y tierra (agri-cultura). Y así la cosa, ni proporcionan pan al campo ni paz, pues la gente vive con el susto en el cuerpo, al querer y no poder comer de la tierra y de sus animales. Es tal el grado de exigencias, que hace imposible nadie haga nada legalmente. Ofrezco a diario, mi voz y mi testimonio al campo. Quiero ayudar y unir con mi granito de arena, a que si nos unimos muchos, y hacemos fuerza, podemos salir de ésta, y ayudar en este momento histórico de crisis sin igual de hambre y paro hasta llevar a la gente a la muerte, diciendo que el campo es la solución al paro de inmediato y de comida en menos de un  mes (hay calabacinos de 20 días). No podemos ni debemos seguir avanzando hacia esa hecatombe que se nos echa encima de auténtica revolución o guerra a los que ya le ponen fecha (2020), me dicen. Así no  se puede vivir, teniendo donde trabajar y comer y que no nos dejen, porque la tabaiba no se puede tocar, y los pinos  -por arrancar- han invadido todo lo cultivable. El campo está enfermo, y está en juego, nuestra propia identidad.

El Padre Báez.

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