lunes, 22 de abril de 2013



El Padre Báez
Nací en el
campo:

Hijo de campesinos, nací y me criaron en el campo. Quería ser campesino, pero la vocación o llamada me trajo al sacerdocio, pero no olvido mis raíces, ni las traiciono. Una carrera distinta, no me ha alejado del campo;
muy al contrario me ayuda muchísimo a entender el ministerio pastoral propio. Justo cuando el campo pasa por su mayor oscuridad, dado el paso funesto del medioambiente y el seprona, como se sabe brazos del cabildo, que vive de multar a mis paisanos todos, sin excepción alguna de nadie. A todos han multado por una u otra cosa, y hasta por lo más insignificante y anodino, sembrando el miedo y el terror entre mis antiguos vecinos y ocasionalmente, siempre que puedo. Una revolución campesina está ocurriendo, con total pasividad –por el miedo- por parte del campesinado, que conmociona a todo campesino. El campo, está siendo castigado con palos de muerte, lo tienen condenado a muerte. El campo se convierte en un desierto verde, abandonado. La desconfianza es tanta, que nadie se atreve a hacer algo; nada se hace. El campo guarda silencio. Los que rigen los destinos de la isla, han acordado acabar y terminar con el sector primario, engañando al pueblo, con una granja y con mercadillos donde no se produce nada y te lo venden todo de fuera, en envases de aquí. No se ve el campo como salida a la crisis, y no hay otra salida posible, tarde o temprano, pero se hacen los reticentes, los remolones, y todo lo traen de fuera, que les deja mucho dinero a costa de sangrar al pueblo y matarlo a hambre y paro. La evolución que ha sufrido el campo, es tan negativa y nefasta que da pena y añoranzas mirar hacia ese ayer de un pasado con comida, trabajo y riqueza. Y cuando todo se hunde, no emerge el campo, que guarda la supresión y desaparición de la crisis, si dejaran hacer lo que siempre se hizo y se hace en el mundo entero (menos aquí, por intereses egoístas). Pero, nada se cultiva, y solo planta el cabildo pinos, que como se sabe, no da comida alguna salvo para el fuego del cual ¡Dios nos libre!, pero ellos ponen la candela o materia que arda (que en otro tiempo con el ganado suelto, no había ni la más remota posibilidad de ningún incendio, al escachar o machacar toda la hierba –incluida la pinocha- por las pezuñas de las cabras y ovejas, que todo lo barría, siendo como son llamadas por el pastor Cristóbal Moreno, “las escobas del campo”, que barriéndolo todo, no hay incendio posible, ni nada que arda...

El Padre Báez

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