viernes, 8 de marzo de 2013

POR EL PADRE BÀEZ

Última generación del campo:

Y sin relevo generacional. Algo gravísimo está pasando en el campo. Es obvio, nos quedamos sin campesinos. Ello responde a un proceso, que viene desde los años cincuenta del siglo pasado. Más de medio siglo, ha dejado su huella, que ya se borra en el tiempo. El campo, se ha apartado del centro
económico. Hubo un tiempo, en que cada uno tenía su huerto y perro que lo cuidaba; ahora perros muchos, pero huertos, ninguno (quedan unos pocos, que desaparecen). Entonces el estudio era compartido con las faenas del campo, y su mejor escuela. Hoy, nuestra mirada se vuelve hacia atrás y se llena de nostalgia, cuando no de lágrimas. Mirar al futuro, nos da miedo y terror. Nadie presta atención ni aprecio al campo, y él es la solución y no hay otra para la grave crisis que padecemos de hambre y paro, de paro y hambre (que tanto monta, monta tanto). 2013, se nos presenta como algo inédito, algo asombroso: la muerte del campo de forma paulatina y vertiginosa. Triste, el campo sea al presente, una fuente recaudatoria por parte del cabildo, para el cabildo que vive de las multas que pone a los cada vez menos campesinos, y por ello cada vez más subidas en cuantía para paliar el déficit de las mismas, que van a menos por pura lógica deductiva: a menos campesino, menos multas (pero cada vez, más elevadas en su cuantía –repito-). Ese, es el único interés del campo, sin que por parte de la prensa (comprada y así silenciada), haya una sola crítica al respecto. Imposible se está volviendo permanecer en el campo, por ser delito toda y cualquier actividad en el mismo. Fenómeno éste único en el mundo dado que todo el mundo defiende su agricultura y su ganadería como garante de una economía siempre eficaz y de éxito. Sobre el campo se mueve una actividad ya solo policíaca. Y ello conlleva siempre el riesgo del campesino, que le toca siempre las de perder. Y por eso, a pesar de  las posibilidades del campo tabaibero, únicas y excepcionales en el mundo por su situación geográfica y las bondades climatológicas. Cada vez veo más lejos el sueño de una transformación del campo, que nos traiga a la producción sin necesidad de importar nada, como es posible si se volviera al mismo con tesón y sin prohibición y protección de basuras. Leyes hay, que solo prohíben hacer algo en el campo. Nadie la  recurre y se pasea chorreando sangre, y ha transformado el campo en un erial verde. No sabemos bien, qué se traen entre manos los que nos gobiernan y desgracian. Sin embargo en lo folklórico, a lo que son muy dados, todos se visten de campesinos (cual burla y descaro). Y así, cada vez, más sombra, más sobriedad, más miseria, más orfandad (por los suicidios de sus padres), más viudedad, más humillación (al campesino, por segar hierba, por ejemplo), más crueldad, más... Sí, el campo está de fuga, se va, se acaba, se termina. No hay horizontes. Se busca salir fuera, sin más, a donde sea. No se vuelve la mirada al propio campo. Solo va quedando la nostalgia. El pasado se aleja. Se pierde la memoria. Solo nos va quedando el abismo. Hay mucho y solo desencanto. Tanta arquitectura tradicional abandonada, en ruinas. Desorientado el campesino; se comienza a ver andrajos; desmoralizado todo el mundo; renqueando anda el campo... el desenlace se prevé oscuro, muy negro. Los pueblos se vacían, el campo se queda vacío. Una yunta de vacas no se ve ni por casualidad. Solo basura protegida (tabaibas, retamas, beroles, escobones, etc.). Patética es la situación del campo. Miserable la vida en el mismo...

El Padre Báez.
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