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El Padre Báez. |
Frase ésta de doble sentido. Uno es el real y el otro, figurado. Veamos. En cuanto a la primera acepción, tenemos que el animal, ciertamente, por su alimentación, hechura, color y estética, se trata de un hermoso ejemplar, y así su cornamenta, su ubre, su porte, y otros detalles, que hacen de la cabeza –no solo esta parte del cuerpo de la cabra, sino que como número en un rebaño, se las llaman “cabeza”-. Digo, que haberlas,
las hay hermosas por su estampa, colorido, raza, cruce, etc. Y, hasta aquí, un sucinto y breve exposición de lo que pueda ser una hermosa o bonita cabra. Pero, hay otra explicación –y es frase recurrida, y aplicada a personas, y ello cuando por el comportamiento alocado, y no siempre real y cierto- quienes se parezca a la cabra, que amiga de los riscos y de los riesgos, tienen un comportamiento poco acorde con la generalidad, y así puede ser signo de desmerecimiento y difamación, dado que una cabra, a seca es una persona que tiene un comportamiento poco digno o de dudosa moralidad. Que ésta es otra. Es el caso de las frases ambiguas, y que según el tono y aplicación hablando de animales o personas, los términos tienen distinto destinatario. Y aunque puede tener muchos otros análisis y comentarios, a un servidor, le sugiere, que aún con la socarronería de la expresión, según la segunda aplicación, siempre hay una referencia al mundo ganadero, que servía de comparación en según qué casos. Y viene todo esto a cuento, cuando me entero, que la salud del enfermo, por el que he preguntado últimamente unas tres veces (una cada semana [antes o después de la Misa dominical, cuando veo al yerno, nietas o hija]), sobre el progreso o no en la salud o en la enfermedad, y dado que no conoce y salvo por momentos de lucidez, el enfermo, como que anda en otro mundo y preguntado sobre quién lo afeitó, dice ser Juan, cuando fue José –es un decir- y que informado sobre mi interés por él, le dicen –en varias ocasiones- : “el Padre Báez, le manda saludos”, a lo que se alegra y hasta echa unas lágrimas, pues no en vano, nos llevamos viendo cada Domingo y Festivo en la Iglesia a la que nunca faltó, hasta la mismísima última semana en la que fue hospitalizado, pero que perdido en el olvido y entre medicamentos y fármacos, en esta ocasión al repetirle lo del Padre Báez (saludos, recuerdos e interés por saber de su estado), va y le dice a su hija –que fue la que con humor- me lo contó: “¡Bonita cabra!” Pues, si así lo dice, así será. No sé. Tal vez..., en fin. ¡Qué vamos a hacer! Tal vez tuviera un momento de lucidez, ¿o fue fruto de la inconciencia? En todo caso...
El Padre Báez.
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