jueves, 3 de enero de 2013

Echando la vista atrás.



Sí, valoremos nuestra historia más reciente. Hagamos memoria; recordemos. Vayamos más allá del tiempo. Entonces... Acerquémonos y reflexionemos. Había calma y sosiego; puntualidad. Valores. El tiempo ha pasado. Atrás quedan muchas horas, dedicadas a Dios y a los hombres, al trabajo. Todos tenían oficio. Los niños jugaban a ser mayores. Nos criaron con gofio. Había pudor. El poder no estaba corrompido. Había
ilusión. La gente tenía dinero. Se vivía en familia. La moral era elevada; el término “corrupción”, no se conocía (ver diccionarios de setenta años atrás [un servidor pasa ya de los 65]). Los niños jugaban (lo repito). En las casas había calor de hermanos. Todo el mundo cuidaba la tierra, y de ella: las papas, los tomates. No había hambre. Casi no había coches, y se caminaba mucho, mucho. En todas las casas había un gallinero. Se hacía el servicio militar (escuela de valores [un servidor por ser estudiante de teología, estaba dispensado]). El trabajo sobraba. Se compartían: escuela y cabras. Se llamaba de usted, hasta a las madres, y por descontado a toda persona mayor; nunca se estaba entre conversaciones de mayores. Los padres y los maestros enseñaban. Había respeto y educación. Hay muchas anécdotas, imposibles contarlas todas (en este caso: ninguna). Fuimos muy afortunados. Fue, una época maravillosa. Otros, miran hacia atrás, con rencor, con odio: no los entiendo. La “Navidad”, eran dos días (no dos meses como ahora la “navidad”). Casi todo eso: murió. No nos faltó de nada. Por eso, precisamente en mi jubilación, soy muy feliz, y vivo ese júbilo, paz y alegría que emana de un ayer muy hermoso. Sí, pasa el tiempo. Pero el tiempo, no se acaba, sigue. Y es, que aquel niño que fui, sigue dentro de mí.



El Padre Báez.

No hay comentarios:

Publicar un comentario