domingo, 29 de abril de 2012

EL CRUCERO INDEPENDENCE OF THE SEAS NAVEGA POR AGUAS CERCANAS DEL LITORAL TELDENSE


FOTO: Jesús Ruiz Mesa

Jesús Ruiz Mesa
El gran crucero Independence of the Seas, de la Royal Caribbean International, uno de los mayores barcos cruceros y más innovadores del mundo,  navegó esta tarde muy cerca del litoral teldense en su periplo turístico de ida y regreso. Atracó esta mañana, l 26 de abril en el Muelle de Santa Catalina, como lo ha venido haciendo desde que en sus periplos turísticos nos visita con frecuencia, en nuestro Puerto. Partiendo a las 18:00 horas rumbo suroeste navegó frente al litoral teldense a una distancia cercana ya que desde mi atalaya de Los Picachos pude observar como lentamente su gran estructura aparecía próximo a Playa del Hombre y su perfil se perdía tras la montaña de Las Huesas, después de dejar nuestras cercanas playas y dirigirse al Sur tras el Roque y la Bahía de Gando, en días sin brumas desde la bocana del Puerto de La Luz se divisa a lo lejos el inicio del litoral teldense próxima a la del litoral capitalino.
El Independence of the Seas, Crucero de la Clase Freedom, de bandera y nacionalidad de las Bahamas, Nassau, desplaza un tonelaje de 154.407 toneladas brutas, a una velocidad de 21,6 nudos,  con una eslora de 339 m, con una manga de 38,60 y un calado de 8,50. Construido en el 2007, en astilleros finlandeses, y botado en 2008, puede acomodar a 4.375 pasajeros y 1360 tripulantes. Cuenta con 15 cubiertas, con diversas actividades con opciones de ocio y alojamiento, con 1815 camarotes, son 240 exteriores, interiores 733, y con balcón 844. Una Avenida interior de 140 metros, la Royal Promenade, con tiendas, bares y restaurantes y numerosos servicios a disposición de los pasajeros.
Un paisaje de barcos de diferentes procedencias y destinos, rompen la línea de horizonte marino que desde cualquier punto de observación del litoral teldense podemos observar como desplazan en sus bodegas, compartimentos, contenedores, lujosos camarotes de los cruceros de lujo de última generación de la ingeniería naval, monstruosas plataformas de prospecciones petrolíferas, transportes de  carga y servicios portuarios, que desde la autovía del Sur, aún sin abandonar el término municipal de Telde ya contemplamos próximos a la bocana del Puerto de La Luz y de Las Palmas de Gran Canaria,  en espera de repostar para continuar sus periplos atlánticos, en la bahía capitalina, un bonito espectáculo marinero, porteño, con Vegueta a nuestras espaldas que encierra todos los secretos y pensamientos sobre el mar, los barcos y el Puerto de los Refugios desde hace siglos.
Desde ese marco se navega hacia el Sur frente a las costas de Telde, cómo los que antaño fueron dejando atrás sus recuerdos y malas épocas, con lágrimas en los ojos viendo desaparecer lentamente la isla, su isla, y por extensión sus islas, despidiendo desde estos litorales las cumbres, las medianías, los viejos y erosionados volcanes, el límite intermareal de oscuras y doradas arenas que forman nuestras calas, hoy sobre las cubiertas de lujo de los grandes cruceros de gran calado siguen buscando, otros horizontes, otros destinos, con o sin crisis, con o sin problemas de negros futuros, con esperanzas o sin ellas, todos navegan, todos navegamos, y ojalá lo pudiéramos hacer sin el lastre de la cruz que los palos y las velas de la mayor o la mesana, nos marcaban escondiendo la tristeza y la pena del adiós definitivo, como aquellos, los siempre recordados que quedaron, en la búsqueda de nuevos horizontes para salir de las miserias, en el mar, siempre en el recuerdo el Valbanera, el Titanic, quizás, símbolos de otros acontecimientos de desplazamientos en el océano, que marcaron las emigraciones y viajes trasatlánticos, recordamos en el centenario de su primer y única singladura, de ida y no de regreso,  en sus compartimentos de pobres, también viajaban los desheredados de la tierra con la mirada, el corazón y las ilusiones de una mejor vida puesta en las Américas.
Cada vez que desde mi atalaya de Los Picachos, o asomado a las terrazas de los cantiles que por el vial costero, al pie del paseo que discurre desde La Garita hasta Salinetas, asomado a la aborigen Tufia,  oteo el horizonte, buscando el mío, sobre  esa zona marina, línea de litoral que baña nuestra costa, desde Bocabarranco, Los Palos, La Garita, Hoya del Pozo, Playa del Hombre, Costa Taliarte, Melenara, Salinetas, Silva, Aguadulce, Tufia, Ojos de Garza, Roque y Montaña de Gando, desde mi punto de observación en la ciudad, hasta perderse tras la Montaña de Las Huesas, observo el lento navegar de los buques, cercano a estas costas, visito los centros arqueológicos aborígenes, ellos hace siglos, también otearon el horizonte, buscando su seguridad y protección de las desconocidas naves que la conquista les trajo, sin más aviso que aparecer, anclar y cambiarles su historia, vinieran de donde vinieran.
Como muchas veces, presencié desde cualquier aeropuerto,  y dentro del pájaro de acero, como tripulante, pero hermanado con los mismos pasajeros, siempre pensé, todos somos pasajeros, todos viajamos, navegamos, todos sobre la gran nave interplanetaria del nuestro sistema solar, ojalá hubiese ocurrido esta singladura sobre el mismo plan de vuelo, con las mismas cartas de navegación, como principio los parámetros y coordenadas de respeto al ser humano,  y que en los libros de bitácora de la historia del hombre sobre la gran nave no se hubieran escrito los desastres que en manos de capitanes sin escrúpulos,  nos llevaron a los abismos, a los infiernos, a los mandos de una nave que no les correspondía conducir de la forma que lo hicieron a través de la Historia.
En este mundo llamado Tierra, todos seguimos navegando, cuidemos esta nave y recuperemos el sentido común para que sus motores nunca nos fallen, para que el rumbo sea el adecuado y las tripulaciones al mando sepan reconducir esta nave con todos sus pasajeros a buen puerto,  nos saquen de las tormentas y galernas que nos están haciendo agua por todos los costados, que en forma de crisis económicas, nos están rompiendo los planes de mejores singladuras, y de una vez por todas recibamos la señal luminosa de un faro, el de Taliarte, el de las Isletas, el de Orchilla, o el del Fin del Mundo, en cualquier punto de nuestras costas, las del alma y los sentidos, para acercarnos al puerto de los refugios y, de una vez, respirar tranquilos.
Por ahora, en espera de amarrar los cabos a un seguro noray, el número 7, por ejemplo, en espera de repostar el combustible necesario para seguir nuevos periplos en mares de calmas interiores y bellos paisajes que queden en nuestra retina, observo desde mi noray particular, el 7, los barcos desde mi Puerto de La Luz, desde mi atalaya en Los Picachos teldenses, desde cualquier punto que me recuerde que todos seguimos navegando, con más o menos lujos, con el impulso vital de seguir el camino, como la propia Vida, sorteando corrientes, precipicios y abismos, sorteando los acontecimientos que nos conducen a nuestros propios destinos. Felices singladuras a todos. Muchas Gracias.
Jesús Ruiz Mesa, colaborador cultural Telde, http://www.teldeactualidad.com/, Telde, 27 de abril 2012.
   

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