domingo, 4 de diciembre de 2011

LA PALABRA EN LA PIEDRA

por Jesús Ruiz Mesa
Foto: Jesús Ruiz Mesa
La mañana de hoy 2 de noviembre me ha llenado de sorpresas y de una especie de inquietud que todavía, cuando escribo el texto de esta reflexión regresando a mi casa, calle arriba desde la Plaza de San Juan hasta Picachos he querido, como justificando el tiempo empleado en la mañana tan espléndida de sol que nos ha regalado el luminoso cielo de Telde, cuando he tenido que desplazarme para una gestión administrativa, en un alto de la jornada, sentarme y llevarles esta experiencia, sencilla, sin más pretensiones que volver a recorrer el camino, como numerosas veces hacemos.
Frente a mí, como si las presenciara por vez primera, las torres campanario y la fachada algo diferente de la Basílica de San Juan Bautista, en el núcleo fundacional de Telde. De repente, una sensación extraña, lejana, mezcla de arquitectura conocida y el sello del tiempo en forma de piedra, cal y arena, en un descarnado frontis que  me impresionó las retinas, el corazón y el misterio al descubierto tras el paramento enlucido de siglos y ahora desnudo,   igualmente también retenido en la digital, tras el visor y el disparo, certero en el enfoque, la luz y velocidad precisa, se graba, se funde en el sensor y la tarjeta memoriza para la posteridad, retengo la estampa esta mañana diferente a las demás, con la pétrea epidermis al sol del mediodía, de nuestra iglesia basílica menor de San Juan Bautista y la Plaza que cierra el rincón más pintoresco, típico, orgullo de un patrimonio que hay que conservar, cuidar y dejar en perfecto estado de lectura histórica.
La estampa renovada, rehabilitada como la que me ocupa hoy, la renovada, elevarán la columna de cantería sobre el lateral de la torre sur, logrando la simetría completa de la fachada, lectura secular e historia enraizada al suelo de esta plaza con sus estancias que han dado vida los personajes teldenses,  importantes, figuras señeras o anónimas, las que cruzan la alameda,  imbuidas en sus asuntos cruzan este núcleo pensativas, esperanzadas o quizás, desairados por los resultados de sus gestiones, olvidos o quebraderos de cabeza de a quienes las cosas no marchan como debieran, o los que sentados a la sombra de los laureles de indias, simplemente reposan ven el tiempo pasar, y se van por donde han venido sin más.
Una pincelada de aire teldense que algunas veces me devuelve a los paisajes decimonónicos, a las láminas de plumilla, grabaciones o primeras imágenes fotográficas en blanco y negro, sepia, postales ya amarilleadas por las sombras escondidas entre los rincones de cualquier escritorio, colgadas de los escaparates, entre viejos libros, antiguos instrumentos u objetos que en otro tiempo fueron  artículos de lujo. Cuando observo estas estampas de antaño automáticamente mi mente vuela a ese tiempo, puede que el registro de mi memoria pretenda hacer un análisis de lo que fue y cómo es, de cómo surgió, evolucionó y porqué forma parte del entorno y de las mismas gentes que la observamos, podría definirlo como el testimonio de la historia por su presencia arquitectónica, este flashback me gusta y saber un poco lo que ocurrió, cómo, porqué se gestó y quiénes lo hicieron posible, es ayudar a conocer, también, el tiempo y la historia de los que nos detenemos ante estos testimonios de la obra del humano y sus pueblos; este edificio religioso y su entorno, los teldenses lo sentimos como algo que actualmente, nos da testimonio de los personajes que lo hicieron posible y debemos poner todo nuestro interés por conservarlo como Patrimonio de todos.
Por otra parte la rabia contenida por la acción vandálica de unos desaprensivos me crea un malestar y un resquemor de que las cosas no andan bien, por la crisis, por las necesidades, por demasiadas cosas que se están desbordando en nuestra sociedad,  sin más motivos que el destrozo y el hurto de las piezas que adornaban el monumento al Faycán en el lateral de la ermita de San Pedro Mártir, hoy sala de exposiciones,  han violado, sin más respeto y pudor ciudadano la base de la escultura que, precisamente, se ha erigido en honor del más antiguo representante de los primeros pobladores de nuestra hermosa y natural geografía teldense, el Faycán. Profanan iglesias y destrozan los contenidos sin respetar la fe y devoción del pueblo que, sin molestar a nadie, entran en los recintos religiosos a rezar y pedir, con la fe que les guía, un poco más de esperanzas para seguir adelante.  Poco honor y honra para esta gente destructora,  merece quién sin preocuparles la historia y mucho menos su descendencia, rompieron la paz y el símbolo de nuestro mundo aborigen, representados en esta escultura; ellos también después de cinco siglos, en pleno siglo XXI les están prohibiendo su historia y su memoria, que Acoran les proteja de las iras de sus antepasados y dejen en paz la memoria de los justos y los monumentos erigidos para recordarnos que ellos, antes que nosotros, estuvieron en estas tierras que ahora nosotros ocupamos. 
San Juan y su basílica rehabilitan su historia, cuántos secretos, rogativas, penas, alegrías, confesiones, ceremonias de bienvenidas y despedidas, bautizos y funerales, promesas de un sí hasta que la muerte nos separe, qué de lágrimas derramadas ante tu fachada, procesiones, misas, novenas, vía crucis, tus muros pueden guardar, hoy desnudan tu curtida piel por los siglos, fachada secular que bajo tu sombra han cruzado el umbral del sagrado recinto, y el Cristo de Telde, allá arriba, siempre esperándonos para ser recibidos, con la ternura entregada del hombre que derrama la imagen del   Santísimo Cristo de Telde, nos observa con la humildad y misericordia del que también descarnaron su piel para perdonar, rehabilitar nuestros errores, hoy he sentido una sensación de paz observando, sintiendo los latidos del tiempo y de aquellos que levantaron piedra a piedra, este monumento al culto religioso, a la historia, cultura y patrimonio de nuestro pueblo, nuestra ciudad Telde. Conservemos el legado de nuestra riqueza patrimonial. Muchas Gracias.
La Palabra en la piedra
La fe en la piedra tatuada,
sangre, sudor, pecados y llantos
la gloria, Dios y el espíritu,
el cenobio de los santos
la palabra sobre la fría arista leída.

El tiempo entre plegarias enclaustrado,
en paz descansa bajo la esculpida losa,
incierta la espera, del cielo encadenada,
del capitel, del arco, en el muro revelado,
y por los siglos de los siglos heredada.

Escondida el alma temerosa del Juicio
busca peregrina el perdón en el camino
y paso a paso su huella, exhausto deja,
testigo de su pasado busca su propia vida,
y en el horizonte forja su ansiado destino.

A las puertas del templo, paciente, su aliento deja
y sobre su cayado, su cuerpo inclina, reverente,
esforzado ante la pétrea presencia sus ojos alza,
y humilde su cuerpo, ante el ara santa, yace,
una oración de sus labios, pronuncia, penitente.

En lo alto, hierático y solemne, el Padre me mira,
yo soy el alfa y la omega, el principio y el fin,
en el Libro de la Vida escrito está sin nombre,
el corazón, el alma, y la eternidad prometida,
la creación, la memoria, y la historia del Hombre.

poema de Jesús Ruiz Mesa, “la palabra en la piedra”
 noviembre 2004

Jesús Ruiz Mesa, colaborador cultural Telde, 2 de diciembre 2011

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