miércoles, 4 de mayo de 2011

EXALTACIÓN DE LA CRUZ Y PRESENTACIÓN DEL LIBRO "EN TIERRAS DEL SUR", EN LA AA. VV. EL PILAR, DEL VALLE DE LOS NUEVE.

Foto: Jesús Ruiz Mesa
por Jesús Ruiz Mesa
La Asociación de Vecinos Nuestra Señora del Pilar del Valle de Los Nueve celebró ayer tarde un acto religioso, la exaltación de la Cruz ante el lugar conocido por el Morro de La Cruz. El cura párroco de El Ejido y del Valle de Los Nueve, D. Francisco Martel dirigió unas palabras de reflexión ante el significado de la devoción, no solo es un signo, un simple monumento que decora o forma parte del paisaje, es un testimonio de quién por esa Cruz fue inmolado y nos dejo para siempre el mensaje más fraternal que nadie jamás lego a los humanos, el amor y el perdón que nos debemos, y el recuerdo constante de quienes aún sufren de las formas más diversas, el admirar la Cruz desde el sufrimiento y pedir por la paz del mundo, en la redención y la remisión de las faltas que sobre esa Cruz fueron redimidas, celebración que hace unos días recordamos con la Resurrección y el paso a la nueva vida, la vida eterna. Bendición que fue ofrecida  a todos los presentes en este sencillo y precioso acto al pie de la Cruz, en este Morro del Valle de Los Nueve. Tradición de carácter religioso y popular muy arraigada en nuestra isla a través del tiempo, la enramada de la Cruz que, en este tres de mayo, ante las cruces los romeros llevan flores para adornar las cruces que en los caminos, montes, encrucijadas, laderas hay una Cruz en señal de la devoción cristiana y fervor religioso y la oración que en su nombre dedicaban los caminantes y vecinos del lugarGALERIA DE IMAGENES
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En presencia de la Corporación Municipal, D. Juan Martel, del presidente de la Asociación de Vecinos El Pilar, D. Pedro Medina Flores, Secretario de la Asociación, D. Juan Cáceres, medios de comunicación, el profesor, D. Pelayo Suárez Alejandro interviene dando conocimiento de la toponimia e historia del lugar: “Posiblemente este nombre de Morro, se debe a que fue colocada en un elevado montículo a la orilla de la desembocadura del barranco Tundidor, aquí en el puente que cruza la carretera general. Con las sucesivas crecidas del barranco en otros tiempos, este montículo se fue destruyendo, posiblemente, habiendo sido en numerosas veces sustituida esta cruz caída por diferentes motivos.
Sin embargo, si lo que acabamos de decir está dentro de la leyenda, que podría ser realidad, lo que sí es cierto es que ya desde siglos pasados,  en diferentes documentos ya se denomina este lugar como Morro de la Cruz, ya que el mismo sirve de referencia para delimitar propiedades o situarlas en su alrededor. Entonces volvemos a la imaginación  para suponer que esta Cruz fuese colocada por algún propietario de las numerosas Capellanías que se crearon en este barrio, ya que hay documentos que denomina al lugar con este nombre. Con el tiempo también la imaginación de nuestros antepasados se sobrepasaba, y hay leyendas transmitidas de padres a hijos que intentan  pensar que su colocación se debió a algún suceso, a veces hasta con cierta socarronería ocurrido en este lugar. Al  mismo tiempo la mitificación de este entorno se decía que a partir de las doce de la noche, los lugareños no se atrevían a pasar por este lugar, por el miedo que sentían al creer  ver sombras y figuras fantasmagóricas o escuchar voces inconcretas. Como ven la leyenda ha tenido  su caldo de cultivo en este emblemático lugar, situado casi en el centro geométrico del Valle del Valle de Los Nueve.
Apéndice histórico: En el año 1795, el escribano público  registró en un protocolo unas propiedades de viñas y arboleda situadas entre el Tundidor, riscos del Lomo Bristol y lindando con tierras cerca del Morro de La Cruz. En el año 1808, en el testamento de María González Montañés Gómez, que era mujer legítima del subteniente de milicias Francisco Pérez Sánchez,  ambos vecinos de la Casa Blanca, había heredado de sus padres, entre otras propiedades que tenía en el Valle, la situada en Los Ramírez, que lindaba con el Morro de la Cruz.
Año 1795. Trozo de tierra donde dicen Los Ramírez, lindando por el naciente con casas y tierras de Gaspar Díaz Ramírez, por el naciente, herederos de Juan Martín, y al Norte con el camino real y el Morro de la Cruz. Nota: Datos del archivo parroquial de San Juan Bautista de Telde y del archivo Histórico Provincial”. Gracias.
Ricardo Hernández Déniz toma la palabra: “La Cruz fue patíbulo y la sufrieron muchas personas por decisión de otras, una forma de ajusticiar al reo por sus faltas, el tiempo fue diciendo que nadie tenía que dar pena de muerte con ningún sistema, todavía hay lugares del planeta que siguen aplicando desde la justicia de los tribunales las sentencias de penas de muerte. Tenemos un país generoso, y que hemos ido consiguiendo de forma reivindicativa y ya nunca más se dará sufrimiento por la pena de muerte. En nombre de justicias y libertades aún se aplica este sufrimiento, penas capitales que quedan todavía en muchos países bajo la justificación de que se ha hecho justicia. Si no tuviéramos motivos religiosos están los motivos cívicos por los que tienen mucho sentido el que nos sigamos reuniendo al lado de La Cruz, para enmendar lo que en otro tiempo cometimos como errores que era el dar muerte sobre el palo de la cruz a un semejante. Poner flores sobre la Cruz en donde se depositó el horror de tal sufrimiento tiene mucho sentido, un patíbulo sobre el que derramó su sangre, su verdad aquel inocente, queda bendecida por el ritual religioso quedando como símbolo del perdón, de la tolerancia, abrazados a ella en esta cita que nos convoca el mes de mayo cada año.
Tradiciones que han pasado de padres a hijos que en estos primeros días de mayo, los mayos floridos, las gentes han salido a los caminos a recoger flores para adornar, para enramar la Cruz. Según indica una vecina del lugar, hoy reunidos en grupos de vecindad, amigos, se adquieren en el comercio y en este Morro de La Cruz del Valle de Los Nueve nos reunimos para adornar y rezar ante nuestra Cruz, como principales razones, tanto históricas como de devoción popular, del porque se encuentra esta Cruz en este lugar”. Muchas gracias.
La rondalla Guajira y Pepe acompaña musicalmente el acto por todo el recorrido desde el Morro de La Cruz hasta el local de la Asociación de Vecinos Nuestra Señora del Pilar del Valle de Los Nueve donde en una de las salas se exponen los trabajos artísticos del taller de manualidades, artesanía, y pintura, que da muestra de la labor ejercida por los vecinos de este barrio teldense.
Posteriormente se da paso a la presentación del libro de D. Antonio Melián Hernández, Por Tierras del Sur, acto presentado por el secretario de la Asociación, D. Juan Cáceres, interviniendo D. Francisco Martel, D. Pelayo Suárez Alejandro y el autor de la obra presentada, D. Antonio Melián, que en cada una de las intervenciones relataron las anécdotas que vivieron en el ejercicio del Seminario, así como de las experiencias en la vida sacerdotal que siguieron a Paco Martel y Antonio Melián, hasta que éste dejó el sacerdocio y continúo su andadura en la vida por otros derroteros, avatares que relata, infinitas experiencias, luchas, incomprensiones, fracasos, éxitos, encuentros personales y decisiones serias ante la situación política, social y religiosa de aquellos años, una historia en primera persona, que narrada desde el protagonismo de quién por aquellas tierras del sur fue testigo de las injusticias, olvidos, abandonos y explotación de unas gentes sobre un pueblo que no tenía otros recursos, por la incultura y falta de libertad a que se vieron abocados, a resistir, a sobrevivir como pudieron, hasta que alguna voz en aquel desierto intentó clamar por ellos, construir algo más justo, dentro y fuera del apostolado, en esas páginas de Por Tierras del Sur, su autor nos narra cómo se sucedieron aquellas vivencias.
En su intervención Pelayo Suárez expone: “Nos preciamos de conocer a Antonio Melián Hernández, y por lo tanto sabemos de sus inquietudes sociales a lo largo de los años, desde aquella ya lejana etapa donde su ford Anglia era todo un referente que podríamos decir que de memoria se sabía las rutas de la solidaridad  donde iba sembrando la semilla de la lucha para  intentar conseguir mejorar nuestra sociedad e ir deshaciendo entuertos que entonces, quizás por inercia de la situación sociopolítica,  se encontraba algo aletargada a la espera de que alguien, con nuevos tiempos  impulsara o contribuyera a ayudar a conseguir  mejorar, no sólo de una manera tangible sino también como sociedad organizada, dentro de un nuevo contexto donde las fuerzas vivas fomentara nuevas inquietudes para mejorar nuestra sociedad.
Aunque ya destacados ensayistas, han descrito con minuciosidad  sobre esta  obra, no voy yo a cometer la osadía de parangonar opiniones sobre el mismo,  del cual voy a hacer breve referencia  en lo que respecta a lo que significó para nuestro barrio lo que en el mismo ha expresado el autor. Y es en ese escenario  del tiempo  en que  Antonio que fue destacado protagonista, ha escrito este libro que refleja  las situaciones socioeconómicas vividas y observadas desde su niñez y también a través de testimonios de sus mayores , donde entremezcla su autobiografía con las difíciles situaciones en que se vivía especialmente en el casi único medio que en el mundo rural se desarrollaba  especialmente en el de la aparcería, reflejando con la cruda realidad de entonces  el  difícil trance que para las gentes humildes  que necesitaban de ese cultivo para sobrevivir sin más pretensiones,  aún a veces a  costa de vejaciones  por las que  había que transitar a pesar de todo y que también fue motivo de preocupación, manifestada en sus  homilías el controvertido y recordado obispo Pildain,  que fue quien ordenó sacerdote a Antonio .
Sin embargo dedica gran parte de su publicación a aquel barrio al que dedicara  gran parte de su vida  sacerdotal , donde viviera apasionantes experiencias con el renacer y toma de conciencia de una colectividad que carecía de los medios esenciales para conseguir unas elementales condiciones de vida, no sólo en lo material, sino también en los social y espiritual. Realmente fue un época que le marcó en su vida de una manera positiva, con encuentros y desencuentros con las instituciones, que ajenas a las  necesidades  que padecían el barrio, no comprendían tal contestatarios demandas que  hasta con vehemencia había que  conseguir. Y para  hacérselos entender estaba el loable empeño de Antonio apoyado por los colectivos que se había yendo creando  en el barrio, con unas  gentes que conservaban los genes de sus antepasados, donde el Valle siempre se significó por las reivindicaciones  necesarias,  y muy significativamente en el parámetro de la enseñanza, pero este será objeto de otro tratado.
Por eso Antonio siempre recuerda con cariño este frondoso entorno, y del que jamás se ha olvidado. Y hablando de frondosidad, ha sido muy significativa la metáfora empleada para  nombrar a nuestro barrio en su libro con el nombre de Valle del Agua,  en el que describe con todo detalle las luchas y anécdotas que tuvieron que librar, para conseguir una barrio con las condiciones indispensables para tener una mínima calidad de vida. En esos capítulos podemos ver aquellas históricas luchas donde se implicaban  todos los vecinos del barrio y encuentros de confraternización todos en busca de un bien común, que gracias a sus sacrificios se fue consiguiendo paso a paso. Era la simbiosis  necesaria de todos quienes con sus posibilidades hacían crear conciencia de pueblo.
Desde aquellos primeros años de la década de los años 60, donde esta zona alta del Valle de Los Nueve se había quedado marginada y aislada con respecto   a otras zonas  a uno y otro punto cardinal. Se comenzó a movilizar los vecinos para conseguir este elemento tan indispensable en nuestra vida como es el agua.  Era como una ironía de la vida el que en una zona de medianías donde el agua había sido a través de los  siglos la dinámica que la moviera, fue precisamente este elemento vital el que se nos negaba en nuestras casas, aunque si abundara a raudales en nuestras tierras. Y es que en palabras de Antonio Melián: Un pueblo no es un pueblo hasta que no hayan elementos comunitarios que los unan. Y así paso  a paso se luchaba por conseguir, dentro del concepto de  desarrollo comunitario, espacios sociales , la plaza, la ermita,  el local de la asociación de vecinos , escuelas modernas a la usanza, etc., y de las que fue testigo practicante   importante, nuestro protagonista hoy aquí con nosotros,  a quien tenemos que agradecer el que haya dedicado gran parte de este libro a nuestro barrio, donde nombra  personas y pasajes que ya quedan inmortalizados en sus páginas de “EN TIERRAS DEL SUR”.
Unos actos que demuestran la gran importancia que están tomando las Asociaciones Vecinales como instrumento social,  un medio para diversificar los actos y, gracias a la colaboración de todas las gentes que, con buenas ganas y ejemplar voluntad, hacen de su participación la mejor disposición para el engrandecimiento y mejora social, individual, cultural, relaciones humanas del colectivo que conforman los barrios, y que en definitiva nos engrandece, nos alienta a las propias personas, en las capacidades, tanto para recibir o aportar, la generosidad y el buen hacer de una sociedad,  que a pesar de las crisis, luchan por seguir el mejor camino en el ánimo de un progreso y bienestar que merecemos. Esta tarde ese camino me ha conducido hasta el Morro de La Cruz en el Valle de Los Nueve y hasta las alturas de Lomo Magullo, estos valles vuelven a abrazarme,  me hacen sentir el latido del paisaje teldense de montaña que ante mí se extiende, y que las sombras envuelven misteriosamente, con las iluminadas y enramadas cruces sobre las montañas y encrucijadas de caminos:
Cruz del sur, cruz del penitente, del peregrino, ante ti doblegamos nuestras penas y te pedimos, cruz de amor, cruz florida de mayo, cruces enramadas, a la orilla y en silencio esperas,  cruz del camino. De flores de todos los campos, valles, huertas y jardines, tu cuerpo hoy está vestido, hoy te traigo mi oración, manos que acarician la piel de tu inmolación, tu bendición, enjugamos con los pétalos tu sangre, lágrimas y pesares. Penas del mundo que por nosotros en la Cruz redimiste, tu mensaje de paz, sobre el madero dejaste, la palabra tuya señal de vida. En el recuerdo de mi niñez, vuelvo a enramar de flores y aromas tu Cruz, en la memoria por ti sentida. Cruz de amor, cruz de perdón, cruces de los caminos, cruces de vida, cruces de mayo, de mis valles floridos.

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