martes, 15 de diciembre de 2020

LOS MENDIGOS Guadalupe Santana Suárez

                                                                LOS MENDIGOS                      

Mendigo, ya no es aquel

tan sólo que acepta el hambre.

Que sufre frío y calambre

como que ya es parte de él,

ni el que vive en el nivel

que hemos llamado cochambre.


¡Mendigos, hay infinitos!

Invisibles a los ojos,

porque llevan los despojos

colgados entre los gritos

de afónicos monolitos

donde guardan sus antojos.


-Mendigos- en sus mansiones

colmados de sus fortunas.

Ahogados en las lagunas

de sus propias condiciones,

sin rendir las posiciones

de su altivez en las dunas.


Mendigos de una ilusión

que aunque ruede en los caminos,

no se dan por peregrinos

ni arrodillan la emoción.

Su orgulloso corazón

es un alambre de espinos.


Mendigos de los abrazos

que derrama la ternura.

Limosneros de agua pura

de las bocas sin reemplazos…

Pedigüeños de balazos

de la palabra dulzura.


Mendigos, del ser sincero.

El que no conoce el necio

que paga por el aprecio

de un allantoso brasero.

Pues no es valor el dinero

para al amor poner precio.


Mendigos de honestidades

de esperanza y de consuelo,

que arrastran en lindo suelo

su cabanga y soledades

y no admiten las verdades

que les desnuda su anhelo.


Hambrientos de paz y gozo.

Saciados de sus ombligos.

Envidia de los postigos


en que la dicha es esbozo,

cuando hay feliz alborozo

en los veraces mendigos. 


Mendigos del actual mundo

donde reina la avaricia,

envilece la codicia

y es superfluo lo profundo.

El aislamiento rotundo

de la lustrosa caricia.


Mendigos muertos en vida

que al tener todo, son nada.

Pega duro en la quijada

la desventura escondida.

“El oro con su acogida

deja al alma en la estacada”.


Guadalupe Santana Suárez

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