viernes, 25 de julio de 2014

La plaga de tabaibas…”


“… una vez salió un sembrador a sembrar. Y al sembrar, unas semillas cayeron a lo largo del camino; vinieron las aves y se las comieron. Otras cayeron en pedregal, donde no tenían mucha tierra, y brotaron enseguida por no tener hondura de tierra; pero en cuanto salió el sol se agostaron y, por no tener raíz, se secaron. Otras cayeron entre abrojos; crecieron los abrojos y las ahogaron. Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto, una ciento, otra sesenta, otra treinta… » Mt. 13,1-9.

… peor que la de serpientes. Tan invasión es la de una, como la de las otras. A ambas, el turismo rehúyen. Y ambas se van a cargar el turismo. Tan venenosas o peligrosas, son unas como las otras. La proliferación de los ofidios y las tabaibas, han destrozado el ecosistema, que alcanza ya a toda la isla, sin que haya freno posible de ninguna de las dos. Y es que a ningún turista le va a ser grato que tomando el sol o haciendo senderismo, le aparezca una serpiente venenosa y se cruce solo con la no menos venenosa tabaiba. Ningún interés económico causan a la isla la tabaiba, y menos las serpientes, y de ambas estamos más que bien servidos, sin que se logre frenar a las serpientes y mucho menos a las tabaibas. Nadie mueve un dedo para erradicar a la venenosa tabaiba y todo intento de hacer otro tanto con las serpientes es tiempo y dinero perdido. Vamos a tener que vivir irremediablemente rodeados de tabaibas y serpientes; ¿y es esto un paraíso?, ¿acaso destino turístico para nadie? A la par que desaparece la agricultura por culpa de la tabaiba, la enemiga número uno de la flora; la serpiente se encarga de exterminar la fauna menor, como lagartos gigantes y otros. Se expanden y proliferan serpientes y tabaibas, en lugar de cabras, ovejas y vacas; prefieren tabaibas a papas, lechugas y coles. Es el cabildo que tenemos que a favor del turismo, multa a todo aquel que atente contra el medio (plantar comida o tener animales domésticos y lecheros). Les daremos zumo de tabaiba a los turistas con unas gotas de veneno inofensivo de serpientes blancas, como la leche de las tabaibas. Serpientes de dos metros, y tabaibas que se agigantan con el tiempo, toda vez que no se las puede ni tocar, crecen y crecen y no parean de crecer. El turismo descenderá, hasta desparecer, ¡ya lo verán! Y todo por la cabezonería de vivir a costa de las multas por daño a las tabaibas. A sus sombras, viven esperando lagartos, las serpientes. ¡Lo que esto era, y lo que es!
(*) El Padre B

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