miércoles, 16 de julio de 2014

“Calle El Tabaibal…”


… ya no se si edificio o calle, aunque creo más lo primero. Me sorprendió ir a la Iglesia del Carmen, en Mar Pequeña, entrando desde la rotonda de las tazas, cuando se baja a La Garita, que en una curva y buscando la calle que me llevara al confesionario solicitado ante la mayor asistencia de feligresía, reparo en aquellas letras dorados, cual oro que brillan, donde decían -más no pude ver-:
“… El Tabaibal…”, y toda vez que contra gusto no hay colores, que dice el refrán; o que sobre el gusto, nada hay escrito, digo, que, me quedé pensando en esos apetitos o caprichos, hasta que pensé -y creo que a lo mejor- tal vez haga referencia a un estado anterior del lugar, si bien las cañas de amarrar tomates por el entorno, más bien indica estuvo cultivado hasta recientes épocas de tomateros, y vaya usted a saber, si en recuerdos del pasado, mantienen el nombre, cosa fácil dada la estrecha amistad de las tabaibas con el mar, del cual siempre estuvieron cerca, sin desdeñar -como bien sabemos- las cumbres o cualquier otro lugar.
En todo caso, diga que con ellas cerca, no hay sino asesinato de planes, de cultivos, de Historias (por más que queden reseñadas las toponimias con sus nombres, y el pasado a modernos edificios y/o calles). Pena, no se ponga las tabaibas en su lugar: una reserva de unas decenas de ejemplares, sin más, y que contrariamente campeen y lo llenen todo, sin dejar la más remota posibilidad de permitir vuelva el cultivo, la siembra o el pastoreo; ella, lo impide todo. Se da el caso de tirotear a las cabras, si éstas perjudican a las tabaibas, con lo que prefieren la leche de éstas a la de aquellas. Absurdo mayor no ha existido, ni existe; tampoco existirá.
El Padre Báez

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