sábado, 7 de junio de 2014

rey y gracias

El Reino de las Tabaibas…

… el Jardín de las Hespérides en épocas clásicas, ahora venido a la miseria, bajando de la riqueza a la pobreza más absoluta. Una población permisiva, que deja todo se llene de tabaibas
y ello por miedo a ser multada. Diálogo alguno no se puede tener sino este largo monólogo de un servidor, sin que ni uno solo de ellos se den por enterados y todo sigue igual y a peor. Tabaibas por doquier sin utilidad alguna. El campo muere, languidece… Nadie se opone. Hay cuerpos casi policiales que lo controlan todo, lo paran todo, sanciona todo. Este pueblo dormido-drogado, no despierta de un carnaval que no tiene fin y es fiesta de tres días en el mundo (aquí 365 días seguidos y se empalma un año con el otro, y otra cosa no hay, sino un carnaval permanente que embobece, fanatiza e idiotiza a un pueblo, que no ve otra cosa que disfraces). Ya el sol no cae sobre millos, ni papas, ni trigos, ni otros granos; la hierba, verde o seca, no se la come ningún animal, sino los incendios preceptivos. Nuestras playas se vacían de turistas (y nos engañan al respecto contando millones de ellos), y el horizonte no puede ser más oscuro, con solo el blanco de la leche de tantas tabaibas. Y así, el Reino de las Tabaibas, se llena de más y más ejemplares de los de su especie, que florecen y se yerguen dominando su territorio todo, donde en otro tiempo: gozo, paz, alegría y demás, ha cambiado por tristeza, depresión, amargura (como la que da la leche misma de las tabaibas)…

El Padre Báez.

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Agradecimiento al cabildo

Toda vez que es de bien nacido, el ser agradecido, y porque lo cortés no quita lo valiente, uno se ve en el trance de agradecer a quien tanto he criticado y criticaré, que al fin me hayan hecho un pequeño favor y a cuya institución por caduca (100 años, ¡ya está bien!), por corrupta, por inoperante, y porque habiendo un gobierno autonómico, sobra el cabildo y sueño con su desaparición, para que esta isla pueda -y las otras- levantar cabeza, es lo que espero más pronto que tarde, se diluya y se clausure. Les cuento: un servidor buscando tierra arenosa, para mejor airear mis olivos, y mejorar la tierra, andaba por la zona de La Sima, apañando algunos cacharros de tierra, cuando uno de los trabajadores de la recicladora de materiales de albañilería y otros me vio y dijo, “¡tengo mejor tierra que esa, sígame!”. Y lo que me enseñó y vi, fueron dos carrocerías, de esas que recogen materiales de construcción, en las obras, llenas de compost, una encima de la otra, y para que cogiera de allí cuanto quisiera, toda vez que para cuatro palmeras gediondas en el lugar, el cabildo les había puesto -y más en camino- las dichas gabarras o como se llame las susodichas, con más de 4.000 kilos de compost, y tanto que no diré lo que se hizo con dicho compost (toda vez, que sin pedírselo, le iban a traer más), que tal día como el de la Candelaria, en Tara, solicito al Consejero Francisco Santana me proveyera de una de esas carrocerías, hecho que por olvido se alargó a más de dos meses, hasta que volvía a reiterar la solicitud. Y al fin hoy (6-6-14), me vienen con 250 kilos miserables de compost, que para mis más de cien olivos tocan a escasos 2 kilos por planta, pues, ¡menos es nada!, y toda vez que a caballo regalado no se le mira el diente, aún siendo una minucia, respecto el donado para cuatro palmera gediondas, un servidor, caballeroso al fin con el cabildo, tengo que darle las gracias. No sé si habrá segundas partes y mayor generosidad, pero por lo pronto, tengo que –y lo hago- darle las gracias. Lo cual no significa que deje de pensar lo mismo: el cabildo sobra, y si no -para que lo vean más claro-, les remito al solo y diario ejemplo de las tabaibas.

El Padre Báez.

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