miércoles, 28 de mayo de 2014






Manuel Ramon Santana Perez de telde .t.v.

FERNANDO RIVERO, ‘EL REY DE LAS LETRAS’, SE JUBILA.


EL “CAPATAZ, FERNANDO RIVERO” (1.983-2.014), TENDRÁ UN RECONOCIMIENTO INSTITUCIONAL. La alcaldesa, Mari Carmen Castellano le tiene una sorpresa al funcionario ejemplar que se jubila este viernes, día 29 de Mayo.
Fernando Santana Rivero despacha sus últimos certificados de residencia. Puede que, con suerte, también entregue alguna de las baldosas con las que miles de personas no se han perdido en las dos últimas décadas en Telde.
En la víspera del Día de Canarias, Fernando Rivero, como se le conoce en todo el Ayuntamiento y en medio municipio, pone fin a una trayectoria vital en la que, si algo ha quedado claro aparte de su bonhomía, es que él es el ‘rey de las letras’.
Entró en el consistorio en 1983 como capataz de obra y con un convenio gracias al cual empezó a colocar bordillos y aceras por la zona de Picachos. Muchos de los locales socioculturales que aparecieron como hongos en el Telde de los 80 y los 90 nacieron de sus manos, y también dejó su impronta en servicios como la sustitución de un portero en el CEIP Juan Negrín, la construcción del denominado muro de la vergüenza de Las Remudas, las aceras de La Garita, el acondicionamieto del matadero de San José o el despliegue de una red para el riego del campo de fútbol de El Hornillo.
Pero a Fernando -que por hacer hizo hasta de sepulturero en el cementerio de San Gregorio, donde levantó su capilla y sala mortuoria- el destino le tenía reservada una función cuando menos pintoresca en el Negociado de Estadística de la institución local.
Allí se encargó, a partir de 1996, de rotular las calles, plazas, pasajes y avenidas de un municipio al que, en lo que esta tarea respecta, no parecía verle fin. Por aquel entonces, el grupo de gobierno del exalcalde Francisco Santiago optó por homogeneizar los rótulos y los números de las vías. Una fábrica de Manises, en Valencia, mandó piezas a granel. Y allí se afanaron Fernando y un pequeño grupo de operarios, que no dejaron de amasar cemento durante una buena temporada para colgar en fachadas y monolitos un modelo cuyo primer boceto fue ideado por él mismo después de que le enseñasen una primera propuesta “que no era mala, pero a la que le faltaban símbolos canarios. De ahí que hoy día tengamos en las baldosas el escudo de la ciudad y el ídolo de Tara”, explica. Aquel menester requirió de la realización de una extensa planimetría en la que también se implicaron otros tres compañeros durante seis meses. “Trabajábamos mañana y tarde. Yo me encargaba de rotular y de emitir certificados en los que se recogían la numeración antigua y la nueva que se ponía de cada portal, bloque o edificio”.




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