viernes, 24 de mayo de 2013


Mirando al campo:

Este título evoca aquel otro de un tal Luis Mariano, que cantaba: “mirando al mar”, soñé: No, no se trata de mira al mar, sino al campo. De hecho hay muchísimas personas, sentadas todo el santo o profano día, sin dar golpe, sino dañándose el cerebro de tanto pensar
en que les den, en lugar de salir a buscarlo. Me refiero a la acomida. Ésta, viene del campo, y no del mar, aunque sí por el mar, toda vez que cuanto comemos, nos lo importan, porque no dejan que produzcamos nada en el campo. A no ser a riesgo seguro y cierto de una multa, con lo que la cosa se pone de mal a peor. No se olvide el amable lector, que tenemos la tierra más próspera del mundo, y sin embargo nada comemos de ella. Nuestra isla, si no fuera el cabildo, con su seprona y su miedoambiente, esto sería un paraíso para los trabajadores, sin paro alguno. Pero, de isla hemos pasado a estar aislados, y si no nos alimentan desde fuera, moriríamos, porque ni la pinocha se come, ni la leche de tabaiba sirve para hacer queso. Pasa que no tenemos políticos que amen a la tierra, sino que la protegen y la amparan de toda manipulación propia que le pueda hacer un agricultor o un ganadero. Así que regresamos, vamos hacia a tras, y cada vez más pobres, y los más pobres de toda espakistania. La tabaiba lo llena todo, y da la impresión, el cabildo impone un culto de adoración a la misma, sin que nadie pueda ni tocarla. Parece como si, el cabildo odiara al agricultor y al ganadero, a los que impiden hacer ni desarrollar sus respectivas profesiones, con una total y absoluta aversión, y los relega a sentarlos en sus casas, sin poder pisar sus propios terrenos. Se han volcado hacia los turistas, los mismos que al presente y desde las últimas décadas de forma continuada y creciente abandonan la isla y no vienen o vienen cada vez menos, sin embargo no hay otra política económica que no pase tanto por el cabildo como por los 21 ajuntasymientos, que no pasa y solo piensen en y por el turismo. Y así la cosa, a otras personas no se ven por los campos, que no sean las fuerzas del cabildo y del gobierno, todos uniformados paseando vigilantes en un control férreo de cualquier movimiento de los pobres y asustados campesinos o maúros. Vestidos según sus respectivos cuerpos, dan una nota de color, pero dan miedo, porque sancionan y multan, requisan, exigen, piden, ordenan, etc. Paisajes no hay más bellos en el mundo, pero nadie los disfruta, a no ser los de la administración o sus funcionarios. Pero, la escasez de producción agrícola es total, nada tenemos salvo algún residuo testimonial y puramente familiar. Se trata ya -la nuestra- de una vida llena de privaciones, y más aún llenas de apuros. Pues, con cara de democracia, vivimos -en el campo, más- la peor de las dictaduras. Eso que cualquier movimiento sea visto, controlado y amonestado (multado), es pasarse de la raya. Otros coches ya no ruedan por las cumbres, que no sean los de “oficiales”, para entendernos. El aspecto que ofrece el campo es deprimente: soledad, silencio, vacío, ruina, etc. Ya, no hay vida campesina en el campo. Las granjas ya no existen (salvo la del cabildo en Bañaderos, un simulacro de las muchas que habían en el campo, tantas como familias; ahora la de ellos, pretende ser la única y para todos los de la isla); tampoco hay alpendres. Desaparecieron las chozas. Ya solo se puede ver entre retamas y pinos, el trabajo duro de otros tiempos, en los que aquellos hombres hicieron paredes y caminos, hoy totalmente ocultos por retamas y tabaibas entre otros arbustos y malas hierbas, totalmente asilvestrada la isla. La antigua estampa de un camión (camioneta de estiércol o de frutas, de cañas o papas, de pitas o pinocha, etc.), eso ya es cosa del pasado. Un buey, con su vaca y becerros, estacados en algún lugar, se da la vuelta a la isla y no se ve uno de los ejemplares o cabezas citados. Campos de cultivos, ninguno...

El Padre Báez
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